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COLABORACIÓN TÉCNICA
bilidades y conocimientos necesarios,
30 ese apoyo se va retirando para facilitar
que la persona quede como un trabaja-
dor o trabajadora más de la plantilla de
esa empresa.
• Voluntariado: Consiste en buscar ta-
reas que realizar, adaptadas a las ca-
pacidades y motivaciones de cada cual,
para aportar a otras personas que lo
necesiten. Hay experiencias muy positi-
vas realizando tareas de acompaña-
miento en residencias de la tercera
edad o de animación en actividades in-
fantiles y juveniles. Esto tiene muchos
efectos de gran valor: proyectar una
imagen activa de las personas con dis-
capacidad intelectual, devolver a la so-
ciedad lo que de ella han recibido, pro-
curar la autorrealización de quienes no
tienen una actividad laboral remune-
rada, participar de la sociedad en la
que están insertos... Esta labor puede
procurar, además, cubrir las expectati-
vas personales de cada cual que no
pueden ser cubiertas desde la perspec-
tiva profesional, por ser éste un en-
torno mucho más exigente. Es decir, si
una persona tiene una opción vocacio-
nal clara hacia un perfil profesional que
no le resulta adecuado a sus capacida-
des y habilidades puede, tener un tra-
bajo que le permita tener un sueldo y
una tarea voluntaria que le permita
desarrollar aquello que libremente ha
escogido. En definitiva, como la mayo-
ría de personas trabajadoras.
• Vida independiente: Lograr espacios
donde las personas con discapacidad
puedan superar la sobreprotección fa-
miliar y aprendan a vivir de manera au-
tónoma e independiente para poder es-
coger cuál es el modo de vida que
quieren llevar. El ejemplo más claro es el
de una persona que ha recibido una
formación, ha encontrado un puesto de
trabajo remunerado y lo defiende día a
día (cumple con las responsabilidades
que tiene impuestas como cualquier
persona adulta de su entorno) y no es
aceptable que no se le permita escoger
el modo de vida que desea tener, cómo
y con quién quiere vivir, a qué quiere de-
dicar su tiempo y sus recursos (disfrutar
de los derechos que le corresponde
como cualquier persona adulta de su
entorno).
Existen experiencias de Viviendas
Compartidas en las que jóvenes con y
sin discapacidad intelectual conviven
en pisos y donde unos y otros crean un
espacio natural de aprendizaje y de ex-
periencias, desde un marco de igual-
dad (no hay profesionales con un rol de
autoridad), aunque sí que cuentan con
los apoyos que sean necesarios para un
adecuado desarrollo. Un elemento in-
dispensable para conocer esta inicia-
tiva es el hecho de que las Viviendas
Compartidas no son, o no tienen que
ser, una alternativa definitiva de resi-
dencia, sino que son una Escuela de
Vida en la que una persona entra para
aprender una serie de habilidades, con-
tenidos y actitudes pero que tendrá un
final en el momento en que las tenga
adquiridas.
• Espacios de formación: Resulta ne-
cesario que haya entornos de forma-
ción adecuados a las personas con dis-
capacidad intelectual a lo largo de toda
su etapa formativa. Una formación prác-
tica. Los centros de Educación
Secundaria deben poder responder a
las necesidades reales de formación y
no únicamente “mantener” dentro del
aula al alumnado hasta que cumpla la
edad necesaria para salir. Además del
tiempo que la persona con discapacidad
está en el aula, con los compañeros,
aprendiendo los contenidos académi-
cos que sean útiles y accesibles para
ellos, los centros educativos deben tener
centenares de tareas que pueda des-
arrollar el alumnado con discapacidad
intelectual y que le pueda resultar útil
de cara a un futuro profesional (tareas
administrativas, cuidado de plantas y
jardines, limpieza y mantenimiento del
edificio, animación y vigilancia de ni-
ños y niñas más pequeños, etc.).
Finalizada la escolarización, se debe
planificar cuidadosamente un itinerario
de formación profesional individuali-
zado en el que también debe primar la
característica de conocimientos prácti-
cos y significativos y, sobre todo, en en-
tornos reales que minimicen los pro-