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Abel Hernández
Precisamente sobre Torga, eboca crito con el alma más que con la ra- ñala con sus manos el sitio que se
con manifi esta devoción cómo para zón… Y por el que no para de reci- presupone habita el alma– y cómo
este autor de origen luso “lo uni- bir cartas y adhesiones de amigos, está ahora en nuestros días la cul-
versal es un local sin paredes…”. A conocidos muchos y anónimos lec- tura y los valores que moldearon
la vista, y al oído, está el fervor con tores más: “¡Muy emocionante!” su vida y la de tantos españoles”.
el que Abel Hernández hace uso de
metáforas y desliza, pausadamen- —“Trato de descubrir cómo vé la Cual narrador de cuentos, echan-
te, la frase feliz para adecuar su vida un niño –yo, dice mientras se- do mano de sus raíces más soria-
pensamiento a una imagen, dando nas y su infancia más rural, Abel
muestras de dominio, como hacen “Un estímulo para Hernández desliza la novelesca
los conversadores natos, hondos, historia de amor que unió a su
castellanos viejos, tan versados escribir sobre el campo, abuelo, “muy decidido y tenaz
siempre, curtidos en su interior por en mi caso, han sido él”, y a su abuela Bibiana, “de
la cultura ancestral que él ensalza los cuentos de Miguel apenas quince años, hermana del
y añora como un maestro: “como cura de un pueblo próximo…”:
hacían mis abuelos”. Y sonríe. Torga (Cuentos de la
montaña) o libros como —“Un buen día, sin más, cogió su
De mi abuela Bibiana Cristo se detuvo en Éboli, caballo y enfi ló el camino que unía
su pueblo con el de ella (Valdemo-
una auténtica delicia del
De su libro, su último libro Cuentos ro de San Pedro Manrique) con
de la Alcarama, revela haberlo es- italiano Carlo Levi” quien ya debía haber hablado o
Periodista de dilatada y reconocida trayectoria, Hernández ha sido uno de los columnistas españoles más notables.
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