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| INFORME

          presiones que arrastran. Saben    léfono. Estas fiestas son, pues,
          que los estereotipados y gene-    para besar a los seres que uno
          ralizados deseos de pasar “fe-    más quiere: la esposa, los hijos,
          lices fiestas” carecen de inten-  los padres, el espejo…
          ción expresa. Porque casi todas
          las emociones navideñas se        El obligado intercambio
          expresan mecánicamente. Son       de regalos
          impulsos surgidos de un con-
          dicionamiento operante, como      Otro de los planes para enfren-
          llamamos los psicólogos. Hay      tar las fiestas navideñas llevan
          que sonreír. Estar alegre. Com-   a un agotador peregrinaje por
          padecerse de los pobres. Dejar    los centros comerciales en bus-
          propinas inusuales. Ceder el      ca de los regalos. Regalar esti-
          asiento del autobús a un vie-     mule la reciprocidad y la cor-
          jo, al menos, una parada antes    dialidad en las relaciones. Es
          de apearse. Invitar a ese pobre   un rito que ocurre en todas las
          pariente lejano que vive cerca,   culturas y muy especialmente
          pero que sólo se le “tolera” en   en estas fiestas. La gente, por lo
          Navidades –aunque, ahora, re-     general, aprecia las cosas que
          galarle un móvil puede ser una    recibe como regalo. Pero éste,
          elegante fórmula de decirle que   que tiene múltiples significados
          no hace falta que se desplace,    psicológicos, a menudo puede
          que puede felicitarnos por te-    convertirse en algo inadecuado


                       EL REGALO MISTERIOSO
                  (Cuento de navidad para mayores y pequeños)

           Tras la cena, terminábamos de repartir los regalos, cuando alguien se
           percató de un paquete no muy grande, rezagado detrás del árbol de
           Navidad. No traía tarjeta ni nada que lo identificara y ahí estaba espe-
           rando que alguien le diera algún destino. Todos estaban satisfechos
           con los regalos recibidos y ninguno se hubiera atrevido a abrirlo antes
           de descubrir a quién pertenecía; obviamente, se trataba de un regalo
           extraviado. No es de nadie, dijo uno de mis hijos entre risas. Es mío,
           dijo el otro, queriendo aprovecharse de la situación. De la asistenta   para  el  receptor.  A  casi  todas
           tiene que ser, gritó mi suegra. Busquen bien la tarjeta, tiene que haber-  las personas les ilusiona reci-
           se caído por ahí, agregó el mayor. Si no aparece el dueño, será para   bir regalos. Son una muestra
           todos, propuso mi suegro, mientras mi nieto se aprontaba a romper   de simpatía, agradecimiento
           el papel verde con estrellas doradas para salir pronto de la duda. Pero   o amor a ese destinatario que
           en ese momento, alguien decide dejarlo cerrado hasta ver qué hacer   hay que recordar al menos una
           con él.                                                            vez al año. Y se espera que ése
           ¿Por qué no lo convertimos en un regalo de todos nosotros para al-  haga lo mismo contigo. Porque
           guien?, insistió mi esposa, ante la extrañeza de todos. ¿De qué se trata   no corresponder al regalo navi-
           eso? preguntaron todos, asombrados. Es un regalo que haremos entre   deño, hacer uno inapropiado u
           todos a alguna persona mayor que tendremos que elegir, respondió   olvidar hacerlo puede equivaler
           ella. No nos costó mucho ponernos de acuerdo y tampoco importaba   casi a una declaración de gue-
           cómo y a quién se lo obsequiamos, pero quedamos en la eterna duda   rra. Como se infiere de la tarje-
                                                                              ta que recibí en mi domicilio un
           del contenido del paquete extraviado y decidimos que cada Navidad   año que pasé las Navidades en
           escogeríamos con anticipación el regalo “de parte de todos nosotros”   Chile: "El barrendero le felicita
           para aquella persona mayor que eligiéramos cada año.
                                                                              las Pascuas. ¡Segundo aviso!".
                 (Esta es una historia real que sucedió en casa del psiquiatra chileno
                                                           Juan Pablo Díaz).  La gente se siente casi "obliga-
                                                                              da" a regalar en determinadas

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