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Mayores Hoy
Regalando sonrisas
Carlos Fernández “Cascarilla”
— ¿Cuándo comenzó su vocación? Dicen que los payasos son men- la casa, y allí hacer nuestro teatro, y
Siendo niño, estaba en el colegio y ya sajeros del humor, la alegría y la es que teníamos mucha ilusión por
me gustaba. Recuerdo cuando estába- ello, era algo muy sorprendente. Mi
paz. Pero “Cascarilla” no es sólo
mos en el campo y, mientras todos se madre, con tal de tenernos recogidos,
un mago de la ilusión, es un abue-
sentaban en corro, yo empezaba a fuera de peligro y cerquita… nos deja-
lo divertido que cada semana
hacer cosas graciosas, tonterías… Me ba hacer lo que fuera. Más tarde
iba al sembrado y cogía pétalos de regala cariño y sonrisas a los más empezamos a ir a OSCUS, el Centro
amapola, con ellos nació mi primer pequeños del Hospital Niño Jesús Cultural Dolores Sopeña, donde una
maquillaje, me untaba el color en los de Madrid. El guiñol de Carlos y su señora muy agradable se encargaba
carrillos y ya estaba preparado para la acordeón son las mejores armas de atender a los obreros y trabajado-
actuación. Los niños decían que de res. Los domingos podíamos actuar
para vencer el dolor y la tristeza,
mayor querían ser bombero, policía o allí y la gente que nos iba a ver se lo
se olvida de todo cuando el
astronauta, y yo decía que quería ser pasaba fenomenal. Después conoci-
maquillaje disfraza sus facciones
payaso. Siempre tuve claro lo que mos otro grupo que se llamaba Crisol
quería ser. Y tiene algo muy bonito, el y se siente un poquito más joven de Arte, lo llevaba una mujer, una
payaso es siempre un mensajero de la cada vez que hace feliz a un niño. poetisa, y con ese grupo, un compa-
paz, del humor, de la sonrisa. ñero y yo empezamos a ir a todos los
Texto y fotos: Cristina Mª Alarcón hospitales, asilos, centros culturales y
— ¿Sabían en su casa que quería ser
payaso?
Yo vivía en una casita baja de García
Noblejas, un barrio de Madrid, y los
domingos hacíamos fiesta, compré un
libro de magia y me aficioné, así que
actuaba esos días haciendo trucos de
magia y entreteniendo a los chicos del
barrio, cobrábamos la entrada a quin-
ce céntimos, con la idea de hacer un
teatro subterráneo –risas-. La casa
tenía dos pozos, uno en la parte de
delante y otro en la parte de atrás, y
como a las actuaciones venían
muchos chicos y chicas del barrio,
teníamos intención, mi amigo y yo de
picar para hacer una cueva que fuese
de un pozo a otro, dejando habitable
un espacio debajo de los cimientos de
“La risa es la mejor medicina”
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