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prensa diaria, nos enterábamos
también del desarrollo de la Segun-
da Guerra Mundial. Cuando se
cerró la prisión de Uclés, estos
guardias tueron trasladados a la del ingresé en prisión tenía la sensa-
Puerto de Santa Maria (Cádiz) y
después expulsados del cuerpo de
prisiones por su posición favorable
a los presos. Ellos me pasaban la
lista de los que habían sido ejecu-
tados, que fui memorizando hasta
aprendérmela totalmente.
– Supongo que además es difícil
olvidar una experiencia como la
suya.
Aunque ahora, a mi edad, no me
“El niño de la prisión”, una historia contra el olvido
Andrés Iniesta López nace el 10
de julio de 1921 en Uclés (Cuen-
ca). Es hijo de un comerciante,
Pío Iniesta y de Alejandra López,
dedicada a los trabajos del hogar.
Estudia en la escuela de Uclés. Al
finalizar la Guerra Civil, su padre,
que fue alcalde del pueblo en el
año 36, es detenido y posterior-
mente fusilado en Ocaña (Toledo).
Andrés, con tan sólo 17 años, es
también apresado y conducido
como prisionero al Monasterio de
Uclés, luego a Ocaña y, por últi-
mo, al Valle de los Caídos. Tras
cinco años es excarcelado, pero
recibe la orden de incorporarse a
filas y es destinado a la Agrupa-
ción de Batallones Disciplinarios
de Soldados Trabajadores Pena-
dos de Marruecos (97 Batallón, 2ª
compañía). En 1947 es licenciado
y regresa a España para residir
en Madrid. Se casa con Eulalia
Martínez, también de Uclés, en
1948 y se dedica a la construc-
acuerde de lo que cené anoche, no
se me olvidará nunca lo ocurrido
hace sesenta años. Mucho menos
si se tiene en cuenta que cuando
ción de que sólo saldría camino del
cementerio; nos lo recordaban a
diario los guardianes y a nuestros
familiares se lo decían cuando
venían a vernos.
Hay cosas que no se me van de la
cabeza, como la ejecución de mi
padre en Ocaña. No me dejaron
acompañarle las horas previas a su
muerte, a pesar de que era normal
que el reo pasara esa noche junto
a otros familiares presos si los
“El niño de la prisión”ha sido editado en plo de lo necesario que es recor-
Madrid este mismo año por Shiddarth Mehta dar nuestro pasado para hacer
ediciones.
tenía. El capellán de la cárcel, al
que reconocí años después en el
andén del metro, me confesó que
no lo había permitido para evitarme
sufrimientos. Yo, por supuesto, le
recriminé su ignominia por impedir
el último abrazo entre un padre y
su hijo.
– Cuenta en el libro que llegó a acon-
sejar a su padre que se suicidara
antes de que lo ejecutaran.
Me daba mucha pena verlo en la
cárcel, estaba en muy malas con-
diciones y yo sabía que le iban a
fusilar. Por eso se lo pedí, pero él
no me hizo caso; todavía tenía
ción y reparación de material
ferroviario en la compañía Eus-
kalduna. En 1958 obtiene la liber-
tad definitiva.
En 1982 decide dejar testimonio
de casi 20 años de padecimientos
e injusticias en las cárceles fran-
quistas. Sus memorias se han
convertido este año en “El niño
de la prisión ”una reconstrucción
de la vida de Andrés narrada
“con una sinceridad y una senci-
llez esclofriantes”.
Ahora que el Congreso de los
Diputados ha declarado 2006 Año
de la Memoria Histórica, en
homenaje a quienes fueron vícti-
mas de la Guerra Civil y del fran-
quismo e hicieron posible el régi-
men democrático actual, el rela-
to de Andrés Iniesta cobra espe-
cial transcendencia como ejem-
justicia con aquéllos que lo
sufrieron.
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