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CulturAa rtee

La Joya de la Corona

RECORRIDO HISTÓRICO POR EL PALACIO REAL DE MADRID

Texto: José Luis Gonzalez Cañete Salón del Trono, uno de los principales del Palacio Real.
Fotos: Javier C. Roldán
decidió levantar un Palacio Real nue- la de puertas y ventanas, con el fin de
L ejos de ser un recinto perdido vo, y hacerlo en el mismo sitio en que evitar nuevos incendios.
entre las brumas del recuerdo se alzaba el antiguo, como símbolo de
histórico, el Palacio Real, a la continuidad monárquica de una cor- SUCESIVAS GENERACIONES DE HABITANTES
modo y manera de los grandes te borbónica influenciada fuertemente
palacios europeos, sigue sien- por el gusto francés. Él mismo dio la La nueva distribución interior y la
do la gran “Joya” de la Corona orden de que toda la nueva estructura decoración fueron variando conforme al
española, donde se celebran recepciones fuese de bóveda, sin más madera que gusto de los monarcas y en función,
importantes, banquetes de gala y asuntos de
máxima transcendencia política.

El palacio Real se alza hoy en el
lugar donde estuvo el Alcázar de Madrid
construido a finales del siglo IX duran-
te el emirato de Mohamed I, como pun-
to clave para la defensa de estos terri-
torios situados al norte de Toledo.

La fortaleza, reconstruida en el siglo
XIV, adquirió el carácter de residencia
real con las obras realizadas por Juan II.

Fue ya en el siglo XVI cuando Carlos
V y Felipe II lo reconstruyeron como
auténtico Palacio Real, de modo que
desde 1561 el Alcázar pasó a ser la
residencia estable de los Reyes, con-
virtiéndose en Corte de la Monarquía
española por donde pasaron los más
ilustres personajes del momento.

Bajo el reinado de Felipe IV, el Pala-
cio alcanzó su forma más característi-
ca, y la más parecida a la actual, con
la gran fachada exterior diseñada por
Francisco y Juan Gómez de Mora y el
italiano Crescenci.

Felipe V dejó también su huella en el
Alcázar antes de que la mayor parte de
su fábrica desapareciese en un incen-
dio durante la Nochebuena de 1734.

Apenas extinguido el fuego y sere-
nados los ánimos, el propio Felipe V

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