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LA VALENTÍA DE MARTINA

                                                  Martina nace el 1 de diciembre de 2015 y, en ese mismo
                                                  instante, comienza su lucha.

                                                  Unos de los días más felices de mi vida, va a nacer mi

                                                  segunda  hija,  tan  deseada,  tan  esperada,  después  de
                                                  varios  años  intentándolo,  se  convierte  en  uno  de  los

                                                  momentos  más  duros  y  difíciles.  En  el mismo  paritorio
                                                  ya  observan  dificultad  respiratoria,  mi  pequeña  tiene

                                                  hipotonia  aguda  que  le  dificulta  la  expulsión  de  líquido

                                                  anmiótico y la entrada de oxígeno. Me pregunté que por
                                                  qué  no  lloraba...  casi  no  pudimos  verla,  se  la  llevaron

                                                  inmediatamente. Desesperada y sin poder moverme por
                                                  la epidural, le grito a mi marido que vaya tras ella, que

                                                  no  la  pierda  de  vista.  Después  de  esperar  que  se  me

           pasara la anestesia, tiempo que se me hizo interminable, pude ver a mi chica en la UCI de
           neonatos, metida en una incubadora, con oxígeno y sonda de alimentación, llena de cables y

           tubos por todo. No saben o no se arriesgan a decirnos que le pasa, pero no se intuye nada
           bueno.

                  En su estancia en la UCIN, la visitan multitud de especialistas, neurólogo, cardiólogo,
           genetista,  neonatólogo...  y  unos  cuantos  más  que  nos  explican  que  Martina  tiene  unas

           facciones  peculiares  y  unos  síntomas  característicos,  pero  no  nos  podían  adelantar  nada,

           había que esperar. En su segundo día de vida ya tenía en marcha unas pruebas de genética
           que tardarían dos angustiosos meses en darnos el resultado.

                  En su estancia allí va mejorando, a los pocos días le retiran el oxígeno y en los días
           siguientes, cuando gana fuerza de succión, la sonda que la alimentaba. Recupera algo de

           fuerza, pero su hipotonía la hace parecer una muñequita de trapo.
           Después de casi un mes en el hospital, nos llevamos a casa a Martina con un monitor de

           apneas  conectado  a  ella  24  horas  y  un  curso  acelerado  de  RCP  para  una  posible

           reanimación  por  si  dejaba  de  respirar.  Terror  es  la  palabra  que  define  lo  que  sentíamos
           cuando se vino a casa, terror por si sonaba el monitor, terror por si dejaba de respirar.





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