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| MAYORES HOY






                         Magüi Mira









                    “En el teatro no se sabe



                de edad, sólo de energías”








           Texto y fotos:
           Miguel Núñez Bello



          Esta  niña  de  posguerra  de  tan
          sólo 66 años, cada vez que se sube
          a  un  escenario  cumple  el  sueño
          que una vez vieron sus ojos “en-
          vidiosos” en otra niña que vestía
          un traje azul, que se movía sobre
          un elefante del circo, y que se lle-
          vaba  todo  el  protagonismo.  La
          biografía de Magüi Mira empieza
          y termina con este pasaje. “Siem-
          pre quise ser como ella. Era muy
          egocéntrica y quería para mí toda
          la atención de los demás”.

          Magüi reconoce que podría vivir
          eternamente  encima  de  un  esce-  -¿Se imaginaba estar aquí,      vez que alguien pagó una entra-
          nario pero no en un camerino, al   en este momento, con tantos      da por mí, en el Centro Cultural
          que  esquiva  hasta  un  cuarto  de   reconocimientos y elogios?    y  haciendo  La  Noche  de  Molly
          hora antes de una función.                                          Bloom. Compartía casa con An-
                                            Con seis años lo tenía muy claro.   tonio  Banderas  en  la  Plaza  de
          Quedamos  en  el  emblemático     En  la  Universidad  también  hice   Olavide.  Dormíamos  en  un  col-
          Café del Círculo de Bellas Artes,   teatro, pero nunca pensé que iba   chón en el suelo, sin agua caliente
          una  hora  antes  de  la  representa-  a conseguir hacer teatro profesio-  y duchándonos en el teatro María
          ción de “El cerco de Leningrado”.   nalmente. En mi familia sólo mi   Guerrero.
          Viene paseando calle Alcalá hacía   hermano Carles Mira estaba rela-
          abajo, sin prisas, con el personaje   cionado con este Mundo.       Magüi todavía recuerda los cho-
          de Natalia memorizado en tantos                                     rizos  que  traía  Antonio  de  su
          paseos por la calle Recoletos. “Es   -¿Cómo fueron entonces esos    pueblo y que celebraban por todo
          uno de mis sitios preferidos para   inicios en el teatro?           lo alto al “no tener un duro”. La
          pensar  y  meditar  antes  de  soltar                               vida era dura, pero más si cabe la
          esa adrenalina mágica que es el di-  Recuerdo  que  en  1981  cuando   cabeza de una mujer con ilusión y
          recto con el espectador”.         llegué  a  Madrid,  fue  la  primera   ganas de aprender.

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