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Cultura Arte

Museo Etnográfico de Almagro (Ciudad Real)

Lo que hay que ver

Texto y fotos: Joaquín Muñoz Coronel

penas seis meses han trans-
currido desde el último Fes-
tival de Almagro, la edición
número 29. Pero es falso
que haya que esperar al pró-
Aximo mes de Julio para vivir
el embrujo de las noches almagreñas,
cuando durante el día es mejor dejar
enfriar los corazones, del apresurado
arrebato nocturno.
Y es que no es la ciudad de Almagro
como esa novia olvidada que, una vez al
año, sale a pasear para distraer su has-
tío y remediar su desesperación. De nin-
guna manera merecería Almagro ese
papel de pieza de museo que, a fuerza
de cuidarla, ha de hurtarse a la curiosi-
dad pública. Muy al contrario, la ciudad
de Almagro sólo tiene de pieza de
Museo el valor, no la fragilidad. No pue-
de no debe conformarse la ciudad con la
mirada atenta y sorprendida de quien,
acaso, es capaz de despreciar aspectos
interesantes e insólitos a partes iguales.
Pero decimos esto, porque Almagro ya
existía mucho antes de que tan sólo hace
veintinueve años se alumbrase el Festi-
val. ¿Acaso siglos de historia, de arte y
de pasiones pueden borrarse tan fácil-
mente con el plumazo de tres lustros de
cómicos y dramática? Cierto es que, si el
alma de Almagro está por delante y por
encima del Festival, raramente se
encuentra un modelo de simbiosis más
perfecto. Porque el Festival ha sido
como la reencarnación de la poderosa
influencia otrora económica, cultural hoy
que la capital calatrava llegó a tener. Museo Etnográfico de Almagro. Utensilios para medir el grano.

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