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Reportaje LA RECUPERACIÓN DE LA CULTURA RURAL ESPAÑOLA

románica y demás conjunto monumen- Rodellar es un pueblo del Somontano de Huesca que está amenazado de abandono.
tal, patrimonio que a todos nos incube
conservar. En este sentido, los ministe- es un verdadero milagro que todavía enterrados; grandes bandadas de mur-
rios de Cultura y Fomento tienen en estén intactos. Hemos pasado por ciélagos nos dan la bienvenida; un
marcha un interesante plan de progra- Ruesta después, de noche bien cerra- silencio sobrenatural; postigos que cru-
maciones, con el fin de dignificar y da, y no es preciso destacar la gélida jen y ventanas de madera podrida que
revitalizar buena parte de los núcleos atmósfera que desprende, al faltarle el golpean por el viento…; se diría un
rurales de la geografía española que calor humano; “se ven y se oyen fan- escenario kafkiano.
actualmente se encuentran en el más tasmas por todas partes”, comentan
triste de los abandonos. algunas personas de los pueblos veci- LAS RUTAS DEL SILENCIO
nos; al cementerio, situado al lado mis-
Al recorrer la ruta que enlaza las mo de la carretera, pocas personas se Diez son los itinerarios histórico-
villas de Barbastro –capital de la atreven a entrar, incluso ni para colocar artísticos, monumentales y paisajísticos
comarca del Somontano– y de Jaca, un ramo de flores a sus familiares allí de mayor interés para conocer mejor
por Aínsa –capital de la comarca del
Sobrarbe–; todo ello en el Pirineo de
Huesca, el radical abandono de nume-
rosos pueblos deshabitados resulta
sobrecogedor y desolador. Tal es la tris-
teza que nos inunda que nos vemos
obligados a detener el trayecto, deam-
bular por sus desiertas y empinadas
calles y recoletas plazas y penetrar en
algún que otro portal, con el silbido del
viento que golpea los postigos de las
ventanas como único acompañante. El
silencio sepulcral resulta impresionan-
te. De inmediato puede reconstruirse
mentalmente el lugar, cuando éste
pueblo llegó a rebosar vitalidad, juven-
tud y calor. Parece que aún podemos
oír el griterío de los niños jugando, o
participando en fiestas como las de
San Antón, donde se perseguía a per-
sonajes ataviados con un disfraz de
Demonio, mientras las hogueras calde-
aban la frialdad de la noche, mientras
los mayores, cansados, regresaban a
casa después de una jornada agotado-
ra en los pastos, cultivando las tierras
de labor o con los rebaños.

En una casa del pueblo de Ruesta,
localidad zaragozana a 14 kilómetros al
norte de la villa de Sos del Rey Católi-
co, en la ruta hacia Sangüesa (Nava-
rra), en cuyo pueblo se rodó hace
muchos años la película de Berlanga
“La Vaquilla”, sus habitantes de mar-
charon dejando buena parte de sus
enseres agrícolas tal como los tenían;

10 Sesenta y más
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