Page 81 - Revista Autonomía Personal. Número 12, abril de 2014
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ª3½¬·³¿ ¼» ´¿ ª·±´»²½·¿ as que llegan a serlo, o lo son desde el principio,
suelen pasar por un proceso de aniquilación
ÔÛÍ no solo de su autoestima sino de su persona,
durísimo de remontar incluso con los mecanis-
ßÔßÍ mos que las sociedades modernas les ofrecen.
Si a la condición de mujer víctima de violencia
de género le añadimos una discapacidad, este
negro panorama se vuelve mucho más terrorífi-
co, desolador y esperpéntico.
“A la primera señal de maltrato... vuela” reza el cartel
de la campaña de la Comunidad de Madrid realizado para
concienciar sobre la violencia que muchas mujeres viven,
asemejándola a una jaula y recordándoles que, a la primera
señal, vuelen, escapen de su situación, según explica uno de
los números de “Cermi.es semanal”.
Decirlo es fácil, pero hacerlo mucho menos. ¿Cómo sales
de una situación de violencia de género si dependes de tus
propios maltratadores, como les ocurre a muchas mujeres y
niñas con discapacidad, o si el sistema no te ofrece los canales
de comunicación accesibles para tu discapacidad? ¿Quién le
presta sus alas a estos ángeles féminas víctimas de la violencia?
No hay respuestas adecuadas ni individuales para ellas.
“Es muy importante abordar la violencia de género que
sufren muchas mujeres y niñas con discapacidad para que
la sociedad adquiera un conocimiento sobre este tema”, ase-
gura Ana Peláez, comisionada de Género del Cermi Estatal.
El artículo 6 de la Convención sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad, titulado “Mujeres con discapaci-
dad”, da pie a Peláez para argumentar un concepto “bastante
desconocido”, que a ella le gustaría que todo el mundo utili-
zara para abordar la violencia de género contra las mujeres y
niñas con discapacidad, un factor que, en su opinión, es de
“extraordinaria preocupación”.
Se refiere al término de “discriminación interseccional” y
que, por lo visto, se confunde muchas veces con el de vulne-
rabilidad porque “vulnerabilidad”, explica, “alude a personas
que no tienen recursos para sobreponerse de una situación
determinada y necesitan de alguien para superarla”.
En este sentido, explica que son vulnerables los niños y
las niñas porque necesitan de un adulto para ir superando
sus fases de crecimiento. También son vulnerables muchas
personas mayores que necesitan ser cuidados por terceros.
Pero “hay que dejar claro”, matiza Peláez, “hay personas con
discapacidad que son vulnerables y otras no”.
Lo que sí es cierto es que “por el hecho de tener una
discapacidad y por el hecho de ser mujeres estamos más cerca
de sufrir la discriminación interseccional que, además, se
manifiesta en una invisibilidad total y absoluta porque no hay
reconocimiento en ningún tipo de política ni en España, ni
en la Unión Europea ni en el mundo, que asuma o se preocu-
pe por la radicalización de la violencia en las mujeres con dis-
capacidad”, denuncia la comisionada de Género del Cermi.
Y es que, en relación con la violencia de género que sufren
muchas mujeres y niñas con discapacidad, unido con otros
condicionantes como el empobrecimiento, no tener trabajo,
proceder de una etnia minoritaria o vivir en un entorno
segregado, entre otros, “sí que las posiciona en una situación
de mayor vulnerabilidad, pero no de discriminación doble,
como suele decirse”, diferencia Peláez.
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suelen pasar por un proceso de aniquilación
ÔÛÍ no solo de su autoestima sino de su persona,
durísimo de remontar incluso con los mecanis-
ßÔßÍ mos que las sociedades modernas les ofrecen.
Si a la condición de mujer víctima de violencia
de género le añadimos una discapacidad, este
negro panorama se vuelve mucho más terrorífi-
co, desolador y esperpéntico.
“A la primera señal de maltrato... vuela” reza el cartel
de la campaña de la Comunidad de Madrid realizado para
concienciar sobre la violencia que muchas mujeres viven,
asemejándola a una jaula y recordándoles que, a la primera
señal, vuelen, escapen de su situación, según explica uno de
los números de “Cermi.es semanal”.
Decirlo es fácil, pero hacerlo mucho menos. ¿Cómo sales
de una situación de violencia de género si dependes de tus
propios maltratadores, como les ocurre a muchas mujeres y
niñas con discapacidad, o si el sistema no te ofrece los canales
de comunicación accesibles para tu discapacidad? ¿Quién le
presta sus alas a estos ángeles féminas víctimas de la violencia?
No hay respuestas adecuadas ni individuales para ellas.
“Es muy importante abordar la violencia de género que
sufren muchas mujeres y niñas con discapacidad para que
la sociedad adquiera un conocimiento sobre este tema”, ase-
gura Ana Peláez, comisionada de Género del Cermi Estatal.
El artículo 6 de la Convención sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad, titulado “Mujeres con discapaci-
dad”, da pie a Peláez para argumentar un concepto “bastante
desconocido”, que a ella le gustaría que todo el mundo utili-
zara para abordar la violencia de género contra las mujeres y
niñas con discapacidad, un factor que, en su opinión, es de
“extraordinaria preocupación”.
Se refiere al término de “discriminación interseccional” y
que, por lo visto, se confunde muchas veces con el de vulne-
rabilidad porque “vulnerabilidad”, explica, “alude a personas
que no tienen recursos para sobreponerse de una situación
determinada y necesitan de alguien para superarla”.
En este sentido, explica que son vulnerables los niños y
las niñas porque necesitan de un adulto para ir superando
sus fases de crecimiento. También son vulnerables muchas
personas mayores que necesitan ser cuidados por terceros.
Pero “hay que dejar claro”, matiza Peláez, “hay personas con
discapacidad que son vulnerables y otras no”.
Lo que sí es cierto es que “por el hecho de tener una
discapacidad y por el hecho de ser mujeres estamos más cerca
de sufrir la discriminación interseccional que, además, se
manifiesta en una invisibilidad total y absoluta porque no hay
reconocimiento en ningún tipo de política ni en España, ni
en la Unión Europea ni en el mundo, que asuma o se preocu-
pe por la radicalización de la violencia en las mujeres con dis-
capacidad”, denuncia la comisionada de Género del Cermi.
Y es que, en relación con la violencia de género que sufren
muchas mujeres y niñas con discapacidad, unido con otros
condicionantes como el empobrecimiento, no tener trabajo,
proceder de una etnia minoritaria o vivir en un entorno
segregado, entre otros, “sí que las posiciona en una situación
de mayor vulnerabilidad, pero no de discriminación doble,
como suele decirse”, diferencia Peláez.
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