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algo más. Nos prepararon unos informes que permitieron que mi madre pudiera solicitar una

           pensión no contributiva y mejorar sus condiciones de vida. Yo continué haciendo lo que me
           gustaba e ignorando la distrofia.

                  Unos cuantos años más tarde, hacia el año 2000, comencé a plantearme aceptar mi

           situación  (por  las  limitaciones  físicas  que  tenía).  Solicité  una  valoración  de  minusvalía  y
           comencé  a  colaborar  en  una  asociación  de  personas  con  discapacidad  física  que  trabaja

           especialmente  por  la  accesibilidad  universal,  La  Rioja  Sin  Barreras.  Todavía  seguíamos

           peleando por lograr una atención digna para mi madre cuando le aparecían nuevos síntomas.
           En uno de esos momentos, coincidimos con una doctora diferente, que nos explicó con más

           detalle  las  cosas  y  me  convenció  para  que  yo  fuera  al  neurólogo  y  me  hiciera  el  estudio
           genético. Esta vez acepté. Y a mi madre y a mí nos hicieron el estudio genético. El primer

           intento  se  perdió  la  muestra,  el  laboratorio  a  donde  lo  mandaron  en  Francia  cerró  y  lo
           repitieron en San Sebastián.

                  En esos dos años yo había empeorado bastante y la misma doctora que me convenció

           para hacerme el diagnóstico genético me convenció para que solicitara la incapacidad laboral.
           Y afortunadamente, le hice caso. El resultado del estudio genético llegó justo a tiempo para

           que  me  concedieran  la  incapacidad  laboral.  Si  hubiera  esperado  dos  o  tres  años  más  me
           habría arriesgado a que no me la concedieran, no porque yo hubiera mejorado, sino porque

           han cambiado los criterios para concederlas y en estos momentos da la sensación de que
           existe orden de no conceder a nadie incapacidades laborales absolutas, aunque realmente se

           tenga una limitación incapacitante para cualquier trabajo.

                  Después tuve un periodo de varios años pasando por quirófano para intentar conseguir
           reducir el dolor y mejorar mi movilidad. Estudié Derecho creyendo en poderlo usar para lograr

           que se haga justicia en este tipo de situaciones que nos afectan. Pero tristemente descubrí

           que la JUSTICIA, no tiene nada que ver con la justicia de las leyes, que en muchas ocasiones
           son una declaración de buenas intenciones pero que no se aplican, porque eso del art.14 de

           la constitución que dice que todos somos iguales ante la ley… tiene tela.
                  Hace  unos  tres  años contacté  casi a  la  vez  con  personas  que estaban  creando dos

           asociaciones nuevas diferentes. Yo pertenecía a ASEM Aragón, ya que en La Rioja no existe
           delegación, que se dedica expresamente a la defensa de los derechos de las personas con

           enfermedades neuromusculares. Así que me incorporé a ARER, Asociación de Enfermedades

           Raras  de  La  Rioja,  desde  donde  intentamos  dar  visibilidad  a  todas  las  enfermedades
           minoritarias y las dificultades y mal trato con el que nos encontramos en nuestro día a día, y a

           la vez buscar soluciones en colaboración con las administraciones.





           Newsletter CREER Nº 93 Octubre 2019                                                                                                                                              ~ 19 ~
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