Page 22 - newsletter
P. 22

La OI siempre ha estado ahí, pero nunca ha sido un elemento central en mi vida. De

           pequeña  en  realidad  me  preocupaba  más  por  estar  con  mis  amigas,  ir  al  colegio,  sacar
           buenas notas, jugar al voleibol, los chicos... A los 12 años, tras una fractura doble, por fin,

           una médica endocrina que sabía que existía esta patología (ningún médico antes a pesar

           de tener más de 10 fracturas supo) me dio diagnóstico. Para mí, esto supuso dos cosas:
           por un lado una especie de explicación, de sentimiento de seguridad al ver que tenía un

           nombre, y sobre todo, sentí que no estaba sola; pero, por otro lado, se me puso “la etiqueta”

           de enferma, algo que me hacía sentir diferente y mal.
                  Y es que asumir que tienes una enfermedad no es fácil. Pero tampoco es imposible.

           Hasta el momento en que dije en voz alta que tenía OI, mi historia se basaba en ocultarlo,
           en disimular que tenía algo que me hacía sentir diferente.

                  Actualmente sé que tener OI no me hace ni mejor ni peor persona, pero cuando era
           pequeña había muchos miedos a los que enfrentarme, muchos retos diarios que para el

           resto eran el día a día, a veces los superaba y otras veces no. Iba aprendiendo (y en ello

           sigo)  cuáles  eran  mis  capacidades,  mis  límites,  mis  ritmos,  básicamente  lo  que  va
           aprendiendo cualquier otra persona con o sin OI, lo que pasa es que me tocó aprenderlo

           antes. Quizás por eso dicen que los niños y niñas con OI son más maduros/as... yo creo
           que no sólo quienes tengan OI, sino todos aquellos menores que, en la manera que sea,

           sientan que tienen que luchar por algo. Yo sentía que tenía que luchar por parecer y por
           estar sana, como si pudiera curarme saltando más alto, corriendo más rápido, entrenando

           más fuerte... Este aprendizaje viene más tarde, por lo menos en mi experiencia, aceptar

           que  tienes  una  enfermedad  que  es  parte  de  ti  y  que  no  te  hace  ni  mejor  ni  peor,  sólo
           necesitas escuchar más a tu cuerpo, entender lo que te pide e ir a tu ritmo. Para aprender

           esto quizás necesitas ayuda u orientación, porque al principio te puedes sentir muy perdida,

           pero  la  suerte  es  que  hay  muchas  personas  que  trabajan  para  que  esta  ayuda  exista:
           desmontando  mitos,  sensibilizando  a  la  sociedad,  normalizando  al  colectivo  con

           Enfermedades Raras, investigando, creando redes de profesionales para llegar al máximo
           número de gente posible,...

                  Al final, la OI es una parte de mí, una parte más o menos importante, depende del
           día,  pero  ni  mucho  menos  la  única:  aparte  de  “afectada”  sobre  todo  soy  mujer,  hija,

           hermana, amiga, trabajadora, estudiante, psicóloga, batuquera, viajera, deportista,... pues

           como cualquier persona.








           Newsletter CREER Nº 71 Julio-Agosto 2017                                                                                                                                     ~ 22 ~
   17   18   19   20   21   22   23