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O P INION

Homenaje a Ernesto Sábato

Villa Carlos Paz

Texto y foto | Mario Muchnik [Editor, fotógrafo y escritor]

La inteligencia de Sábato me deslumbra- 43
ba. Con sus 36 años cumplidos, me lle-
vaba 20 y me hacía reír. Pasamos varios cuerdo exactamente si para alcanzar el dio señales de percibir la presencia del
veranos en un lugar bautizado “El Panta- tren a Buenos Aires o para visitar a sus joven físico y escritor, y le dijo: “Vamos a
nillo”, en medio de las sierras de Córdo- amigos astrónomos del observatorio. Lo ver, señor, usté qu’es tan inteligente...” y
ba, a unos seis kilómetros del “pueblo”, llevé a Carlos Paz en el sulqui pero, al lle- Sábato lo cortó, tajante, con un airadísi-
como llamábamos a Villa Carlos Paz. Dis- gar, nos encontramos con que esta vez el mo: “¿Y a usted quién le dijo que soy muy
poníamos de un sulqui, al que yo engan- armatoste se había adelantado y ya había inteligente? Al contrario, ¡soy muy burro
chaba el caballo —que era blanco y se pasado: habían modificado el horario sin yo, muy burro!”
llamaba Califa— y dando tumbos por un avisar. El despachito de billetes estaba
sendero agreste bordeado de espinillos, dentro del café local —donde los tickets Y como quien más festeja los chistes de
solía ir por las mañanas al pueblo a hacer de caja iban encabezados por la frase bí- Sábato es Sábato, se acabó la discusión,
las compras del día. Me divertía franquear blica “Precio de la consumación”. Sábato porque éste largó la carcajada, dio media
el punto más alto y ver cómo Califa, con se trenzó en una discusión desigual con el vuelta y se me acercó riendo y mascullan-
una experiencia de años, se detenía para pobre despachante de billetes en el café do: “¡Qué voy a ser inteligente yo! ¿Qué
recuperar el aliento. Y luego chapoteába- del pueblo. Pero la dialéctica bruñida del se habrá creído ese...? ¡Soy muy burro!”
mos en el pantanillo de veras, unos vein- intelectual porteño se dio de bruces con-
te metros encharcados, a cuyo alrededor tra el alma criolla. A la postre el empleado
mojaban su largas patas los teros —“teru
teru teru teru...”, gritaban y yo los salu-
daba con unas risas, diálogo interespecies
del que solía jactarme.

A la vuelta, descargaba el sulqui junto a la
cocina, desenganchaba a Califa y lo lleva-
ba a refrescarse en el arroyito cercano. Pa-
sábamos, el caballo y yo, junto a Sábato,
que tecleaba furiosamente en su Hermes
Baby lo que luego sería su novela El túnel.

Carlos Paz estaba vinculada a la capital
de la provincia, Córdoba, por una línea
de desvencijados autobuses de horario
caprichoso, generalmente en retraso. Un
día Sábato tenía que ir a Córdoba no re-

ENLACE EN RED 18 MARIO MUCHNIK

Nacido en Buenos Aires, se licenció en física en la Columbia University de Nueva York y obtuvo el doctorado en Roma. Ahora
vive y trabaja en Madrid.
Se inició en el mundo editorial en París (Editions Robert Laffont). Con su padre, Jacobo, fundó en Barcelona Muchnik Editores.
Ha sido director de Seix Barral y de Anaya & Mario Muchnik. En 1998 creó el Taller de Mario Muchnik.
De su amplio archivo fotográfico nacieron varios libros de fotografía: “Miguel Ángel de cerca”, “Un bárbaro en París”. Ha rea-
lizado exposiciones: “De cielo en cielo”, “Lo peor no son los autores”, “Instantes robados. Retratos literarios y crónicas viajeras”,
“Volverte a ver”.
Además, es autor de una veintena de libros, entre ellos, cuatro volúmenes autobiográficos.

Cuando conoció a Ernesto Sábato, Mario Muchnik tenía catorce años.
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