Page 41 -
P. 41
Firmas
Argentina, mi tierra
Una increíble
realidad
Argentina, mi tierra, tierra de promisión, destino de millones de in-
migrantes que llegaron a sus costas escapando del hambre, la
guerra y la persecución en búsqueda de un destino mejor, en sólo
unas décadas se convirtió en una pesadilla de muy difícil explica-
ción. Aquejada por males similares a los padecidos por otros países
de Sudamérica, desde siempre, parece contagiada.
La columna vertebral del desarrollo alcanzado la convirtió en la
cuarta potencia comercial hace poco mas de cincuenta años, a tra-
vés del trabajo, la pujanza y sus exportaciones agropecuarias. Esto
posibilitó el crecimiento de una importante clase media, con acceso
a educación gratuita y gran movilidad social, en donde los padres
obreros o campesinos de ayer se convertían en los profesionales y
clase culta de hoy. Éste no es más que un vago recuerdo. Con la
pauperización de las clases sociales, en junio de 2002 había
19.000.000 de pobres con 8.400.000 indigentes, hoy siete de cada
diez niños nacen en hogares pobres, la desocupación llega a nive-
les jamás alcanzados, más del 24 % de la población activa está
desocupada. A esto que hay que sumarle los índices de subocupa-
ción; se traduce en un panorama desolador y un futuro calamitoso.
De ser el granero del mundo se convirtió hoy en un lugar donde hay
hambre, algo incomprensible en el país de la carne, el trigo, el
maíz, la soja y el girasol.
Nadie puede dudar que estos males tienen causas que no son
precisamente la escasez de recursos o la falta de alimentos. Las
fábricas están en silencio, la capacidad industrial quieta o des-
mantelada, en un país en el que todo está por hacerse, los
recursos permanecen inexplotados, los obreros sin trabajo y cada
vez más gente bajo la línea de pobreza. Hay una gran diferencia-
ción entre la pobreza que se publicita y lo que en realidad ocurre;
Panorámica de Buenos Aires lo que ha aumentado es la miseria, la que llama la puerta de to-
dos, a los ricos los hace más pobres y a los pobres los convierte
en mendigos. Es de otros tiempos mi tierra solidaria, que recibía con sus brazos abiertos a todos los hombres de bien que quisieran ha-
bitar su territorio, la que sin esperar recompensa apuraba embarques de ropa, medicamentos y alimentos a todos los pueblos que los
necesitaren, sin mirar ideología o justificación. Hoy no tiene trabajo, alimento ni salud. El país destinado a alimentar al mundo sufre las
consecuencias no sólo de no poder ayudar otros pueblos hermanos, ni siquiera está de pie para ayudarse a sí misma.
Argentina no tiene un problema económico, exporta más de 20.000 millones de dólares al exterior en carnes, granos y petróleo, tiene una
balanza comercial superavitaria y, a pesar de ello, he aquí las asombrosas consecuencias de la realidad, que no se comparece con sus
posibilidades y potencialidades y las de su pueblo.
La globalización, cuyo destino era unir a los pueblos y desterrar los males de la humanidad, ha tenido efectos devastadores en le región y,
en particular, se sienten con más rigor en la población.
Las aventuras militares que cercenaron la democracia han tenido final previsible y han dejado un pasado oscuro, exhibiendo
una crueldad inimaginable en un pueblo culto y educado.
El retorno de la democracia revitalizó la confianza en un futuro mejor, pero fue sólo un espejismo que puso en el tapete la incompe-
tencia, el egoísmo y la incapacidad de una clase dirigente inmersa en una gran confusión. Tampoco hay que dejar de lado la porción
de responsabilidad que nos cabe a nosotros como ciudadanos, dado que dicha clase surge del propio seno de esta sociedad.
Está en nosotros cambiar el rumbo de la historia, los hombres de bien hemos comenzado a repensar la nación, las instituciones y el
perfil de país que queremos tener, que nuestros hijos merecen y el mundo espera.
Nosotros, argentinos, somos hermanos del mundo, ya que por nuestras venas corre un poco la savia de cada uno de los pueblos de
la tierra. Necesitamos de la ayuda y la compresión de todos para sobrellevar con ventura estas difíciles horas para retomar el hilo de
nuestras vidas y el camino del progreso, estamos convencidos de lograrlo. ■
ANTONIO RODRÍGUEZ SOTO
República Argentina
IBEROAMERIC
ANA
D
41 Año 2 - Núms. 4/5 [Marzo/Junio 2002] RED
N
E
COOPERACIO
... en Red
Argentina, mi tierra
Una increíble
realidad
Argentina, mi tierra, tierra de promisión, destino de millones de in-
migrantes que llegaron a sus costas escapando del hambre, la
guerra y la persecución en búsqueda de un destino mejor, en sólo
unas décadas se convirtió en una pesadilla de muy difícil explica-
ción. Aquejada por males similares a los padecidos por otros países
de Sudamérica, desde siempre, parece contagiada.
La columna vertebral del desarrollo alcanzado la convirtió en la
cuarta potencia comercial hace poco mas de cincuenta años, a tra-
vés del trabajo, la pujanza y sus exportaciones agropecuarias. Esto
posibilitó el crecimiento de una importante clase media, con acceso
a educación gratuita y gran movilidad social, en donde los padres
obreros o campesinos de ayer se convertían en los profesionales y
clase culta de hoy. Éste no es más que un vago recuerdo. Con la
pauperización de las clases sociales, en junio de 2002 había
19.000.000 de pobres con 8.400.000 indigentes, hoy siete de cada
diez niños nacen en hogares pobres, la desocupación llega a nive-
les jamás alcanzados, más del 24 % de la población activa está
desocupada. A esto que hay que sumarle los índices de subocupa-
ción; se traduce en un panorama desolador y un futuro calamitoso.
De ser el granero del mundo se convirtió hoy en un lugar donde hay
hambre, algo incomprensible en el país de la carne, el trigo, el
maíz, la soja y el girasol.
Nadie puede dudar que estos males tienen causas que no son
precisamente la escasez de recursos o la falta de alimentos. Las
fábricas están en silencio, la capacidad industrial quieta o des-
mantelada, en un país en el que todo está por hacerse, los
recursos permanecen inexplotados, los obreros sin trabajo y cada
vez más gente bajo la línea de pobreza. Hay una gran diferencia-
ción entre la pobreza que se publicita y lo que en realidad ocurre;
Panorámica de Buenos Aires lo que ha aumentado es la miseria, la que llama la puerta de to-
dos, a los ricos los hace más pobres y a los pobres los convierte
en mendigos. Es de otros tiempos mi tierra solidaria, que recibía con sus brazos abiertos a todos los hombres de bien que quisieran ha-
bitar su territorio, la que sin esperar recompensa apuraba embarques de ropa, medicamentos y alimentos a todos los pueblos que los
necesitaren, sin mirar ideología o justificación. Hoy no tiene trabajo, alimento ni salud. El país destinado a alimentar al mundo sufre las
consecuencias no sólo de no poder ayudar otros pueblos hermanos, ni siquiera está de pie para ayudarse a sí misma.
Argentina no tiene un problema económico, exporta más de 20.000 millones de dólares al exterior en carnes, granos y petróleo, tiene una
balanza comercial superavitaria y, a pesar de ello, he aquí las asombrosas consecuencias de la realidad, que no se comparece con sus
posibilidades y potencialidades y las de su pueblo.
La globalización, cuyo destino era unir a los pueblos y desterrar los males de la humanidad, ha tenido efectos devastadores en le región y,
en particular, se sienten con más rigor en la población.
Las aventuras militares que cercenaron la democracia han tenido final previsible y han dejado un pasado oscuro, exhibiendo
una crueldad inimaginable en un pueblo culto y educado.
El retorno de la democracia revitalizó la confianza en un futuro mejor, pero fue sólo un espejismo que puso en el tapete la incompe-
tencia, el egoísmo y la incapacidad de una clase dirigente inmersa en una gran confusión. Tampoco hay que dejar de lado la porción
de responsabilidad que nos cabe a nosotros como ciudadanos, dado que dicha clase surge del propio seno de esta sociedad.
Está en nosotros cambiar el rumbo de la historia, los hombres de bien hemos comenzado a repensar la nación, las instituciones y el
perfil de país que queremos tener, que nuestros hijos merecen y el mundo espera.
Nosotros, argentinos, somos hermanos del mundo, ya que por nuestras venas corre un poco la savia de cada uno de los pueblos de
la tierra. Necesitamos de la ayuda y la compresión de todos para sobrellevar con ventura estas difíciles horas para retomar el hilo de
nuestras vidas y el camino del progreso, estamos convencidos de lograrlo. ■
ANTONIO RODRÍGUEZ SOTO
República Argentina
IBEROAMERIC
ANA
D
41 Año 2 - Núms. 4/5 [Marzo/Junio 2002] RED
N
E
COOPERACIO
... en Red