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Victoria Rodríguez

Victoria Rodriguez
parece pertenecer a ese
grupo de mujeres sin

edad, con quien el paso
del tiempo ha sido muy
generoso, como yendo
de puntillas, a hurtadillas
casi… y conserva intacta
su viveza y esa peculiar
soltura e impostación de

voz que únicamente dan
las tablas…

–“Ciertamente, así es. Pero yo si
lo noto. Siento que tengo esos
años (79) especialmente por lo
cómoda que me he vuelto. Me
gusta callejear menos y más que-
darme en casa, aquí, leyendo o
revisando cosas, algunas de An-
tonio todavía por ordenar”.

Y es que la fuerza del apellido
Buero impregna todo…¿tanto?
–“Sí –dice afianzando su sonrisa–
y, claro está que es lógico, aunque
más de un problema sí ha causa-
do. Su imagen, su fuerza intelec-
tual, su inteligencia y la trascen-
dencia de su obra …, ¡todo esto
y mucho más!, hace difícil a veces
por no decir imposible no quedar
ensombrecido a su lado, natural-
mente. Y esto lejos de una queja
es un orgullo”.

Oyéndola hablar así, a Victoria,
pareciera como aunque velada-
mente su gesto y su voz trascen-
dieran cierto halo de resquemor
o de protesta, o mejor de injusto
trato recibido tras el definitivo y
último viaje de Buero…

–“No, en absoluto. Resentimien-
to no. Bien al contrario, pues ha
sido de auténtico privilegio ha-
ber estado casada, ser madre y
estar unida y al lado de Antonio
en todo durante más de cuaren-
ta años. Pero eso no significa que

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