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NÚMERO 274 / 2009

           “Siempre he tenido un ansia insaciable

            por saber y conocer la realidad de las
                   cosas, sus causas y sus razones”










          sentido y signifi cado de las cosas y de
          los sucesos que incidían en mi vivir.


          Pero resulta que tanto el primero
          como el segundo de esos hechos obli-
          gan a emprender una tarea sin fi n a
          lo largo del tiempo, y a mantener una
          motivación incesante en el curso de
          la vida hasta el último suspiro vital.
          El paso de los años va erosionando
          el poder de la mente en dos direccio-
          nes: la profundidad de la refl exión y
          la fi delidad de la memoria. Sin em-
          bargo, los dos hechos relevantes en
          la andadura del saber preparan al ser
          humano para responder efi cazmente   del padre, mi vida estuvo siempre   un largo camino, que no por ser fi nal
          a aquellos dos retos que nos lanza el   marcada por la hondura y el pate-  merece menos la pena recorrerlo con
          envejecimiento biológico, es decir, la   tismo que acompañaron ese gran   el íntimo gozo del conocimiento de
          capacidad de pensar y razonar, de   suceso que condicionó mi existencia   la realidad por encima del engaño, y
          una parte; y de cultivar y conservar   ya antes realmente de iniciarse. Este   del saber moral que suministra la ex-
          la memoria, de la otra. Ahora bien,   doloroso acontecimiento generó en   periencia de una vida siempre vivida
          solamente la gimnasia mental que   mí, entre otros aspectos de menor   bajo el signo de la honradez, la recti-
          exige la tarea de adquirir conoci-  alcance, una extraordinaria sensibi-  tud ética y la compasión de los otros.
          mientos, y la decisión de desvelar el   lidad ante la desigual fortuna de los   En el centro de nuestra existencia ha
          sentido de los acontecimientos, nos   seres humanos, y un intenso deseo   de situarse el amor altruista (ágape,
          permitirán sentir la pulsación de la   de conocer la realidad del mundo   fi lantropía, solidaridad con los ne-
          vida hasta el momento de la muerte   y de descifrar su sentido para mí.   cesitados, amor al prójimo), pero
          asumido lúcidamente como el últi-  Comprendo ahora, desde la cota de   también el amor pleno en la pareja
          mo acto de vivir.                 un octogenario, que esa sensibilidad   (eros, disfrute de los cuerpos en la
                                            y ese deseo han constituido los dos   integridad biológica de todas las ca-
          ¿A qué edad fue consciente del hecho   motores de mi caminar machadiano,   pacidades humanas, incluidos la be-
          de vivir?                         que es, a la vez, azar y proyecto, con-  lleza, el arte, el sentimiento y la emo-
                                            tingencia y destino, pero siempre un   ción). La vejez puede ofrecer la gran
          —Yo he comenzado a vivir mi vida   caminar en la mera inmanencia de la   oportunidad de la existencia de los
          propiamente consciente desde la   andadura no sólo del individuo, sino   humanos para alcanzar niveles de
          vivencia de la orfandad, no sólo   también de la marcha del universo o   satisfacción personal que estuvieron
          conocida sino también asumida     multiuniverso en su totalidad.    aún vedados en períodos anteriores,
          aproximadamente a los cinco años                                    si sabemos poner a contribución la
          de edad, tres años después del fa-  ¿Cómo se debe vivir la edad de la se-  experiencia y el saber acumulados en
          llecimiento de mi padre, entonces   nectud?                         las sucesivas etapas de la vida. Sola-
          Cónsul General de España en San-                                    mente así podría ser posible sobrelle-
          tiago de Cuba. Aunque la entrega   —Todos nosotros, hijos de la con-  var el fuerte componente de dolor y
          total de una madre dotada de gran   tingencia, debemos no obstante vi-  de frustración que es inherente a la
          ternura y notable inteligencia mitigó   vir y contemplar nuestra respectiva   vida humana y sus gravosas limita-
          el punzante sentimiento de ausencia   senectud como el último tramo de   ciones ontológicas.

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