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E n t r E v i s ta
enlace en red 26 Elizabeth en su casa, durante la entrevista. chábamos. Con tan mala suerte que el
sube a su velero para sentirse tan libre
como cualquier pájaro que se apoya en
las bolsas de aire caliente para mante-
nerse flotando en el aire.
¿Cuándo comienza su interés por el
vuelo?
Desde pequeña, mis padres nos llevaban
mucha veces de excursión y para mí la
excursión favorita era la que hacíamos al
aeropuerto de Munich, la ciudad alema-
na en la que nací. Entonces los aeropuer-
tos no eran tan complicados como lo son
ahora y desde la terraza se veía cómo la
gente se acercaba a la terminal y se subía
al avión, entonces era cuando yo decía,
¡ay, yo también quiero volar!, me gusta-
ban las aventuras y siempre me gustaba
seguir el vuelo de los pájaros.
¿Con quién realizó su primer vuelo?
Tenía un primo que se sacó la licencia de
piloto privado, con un amigo se compró
una avioneta y los primos les pedíamos
que por favor nos diera una vuelta a pe-
sar de que los padres no eran muy favo-
rables, pero a pesar de ello todos aprove-
primo se estrelló y el tema de volar pasó
a ser tabú, pero teníamos un amigo que
hacía vuelo sin motor y algunas veces me
llevaba, no lo contaba en casa pero siem-
pre terminaba por contarlo a mis padres,
les decía así como quien no quiere la
cosa, “por cierto, el otro día fulanito me
llevó a volar”, y ellos siempre respondían,
“menos mal que no lo sabíamos”.
Luego vine a España, a Salamanca, a estu-
diar interpretación y traducción y a practi- e inició una lucha por recuperar su licencia
car el español, conocí a una persona que
hacía vuelo sin motor y comencé a volar.
¿Qué le inspira el vuelo de los pája-
ros?, ¿qué aprendió contemplando
desde pequeña sus vuelos?
Mucho, sobre todo a los que hacemos
vuelo sin motor los pájaros nos guían en
muchas ocasiones. Los pájaros, un buitre
por ejemplo, nos ha sacado alguna vez de
un apuro porque cuando en un velero no
estás en una térmica, en una bolsa de aire
caliente, desciendes y entonces ves allá
lejos, en la distancia un pájaro tratas de
agarrarte a la térmica en la que está el bui- 17
tre, o el águila, o lo que sea planeando.
¿Qué diferencia existe entre el vue-
lo de eses buitre y el vuelo de un
velero?
La diferencia está en que nosotros no te-
nemos los sensores que tienen los pája-
ros en sus alas, nosotros notamos las
térmicas en los movimientos del aparato,
mirando los instrumentos de vuelo sabe-
mos si estamos en una térmica o no, con
el tiempo se aprende a interpretar los
movimientos del avión.
¿Qué es volar?
Es la expresión completa de felicidad, la
libertad que siento volando no la he sen-
tido en ningún otro lugar.
En mayo de 2003 Elisabeth sufrió un acci-
dente mientras practicaba lo que más le
apasiona, el vuelo sin motor. Algo falló en
el mecanismo que impulsaba el planeador.
Su compañero de vuelo salió ileso pero
ella quedó parapléjica. Estuvo seis meses
en el Hospital de Parapléjicos de Toledo. A
los tres meses del accidente volvió a volar
de vuelo y no paró hasta conseguirlo.
¿Qué sintió en el momento del acci-
dente?
No podía creerme que estuviera viva,
pero se me vino el mundo encima cuando
me di cuenta de que no sentía las pier-
nas, que no podía moverme.
¿Y qué pasó para que un día decidie-
ra ponerse por montera ese mundo
que se le vino encima?
Fueron unos momentos en los que pensé
que no podía seguir así, por mi madre,
por mis amigos, por mí misma hasta que
un día, a los tres meses del accidente le
pedí a un amigo que me llevara a Ocaña.