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Dejando Huella
Antonio Morales Galeote
Antonio Morales Galeote
“
a vida es la excepción de la muerte “- decía Cesare Pavese. Y se quitó la vida una
L
tarde de agosto en un hotel de Turín. Antes había recabado la compañía de unos
L amigos. Ninguno acudió a su llamada. Todos tenían otros quehaceres más apre-
miantes que atender. Como los invitados a aquellas bodas que narra el evangelio, Pa-
vese dejó junto al tubo de barbitúricos este breve testamento:
“ Perdono a todos y a todos pido perdón... ¿Vale ?... No
murmuréis demasiado.“
El hombre, al fin de cuentas, es la síntesis de sus as-
piraciones y sus fracasos. Y ese saldo del pasado se
puede considerar soportable o no. De ahí procede
la tentación del suicidio o la obstinación de seguir
anhelantes conquistando otros momentos al
tiempo.
Pavese se quitó la vida. A Antonio Morales la
vida le arrebató su vida, ese pálpito que le que-
daba tras luchar continuadamente con el dolor.
“Entre el dolor y la nada elijo el dolor “ -confesaba
W. Faulkner. Y así lo hizo también Antonio. Y Pa-
vese escogió la nada. La nada es ese vacío donde
naufraga la pequeñez del hombre. El dolor es el
crisol donde se curte el hombre que se obstina en
durar. El hombre es un aprendiz que anda como un
peregrino por la tierra y el dolor es su maestro que le
indica su camino.
Antonio admitió su destino desde que asumió la muerte
de su padre aquejado de su mismo mal. Su empeño
en no cejar ante la contrariedad le encendió ese
afán renovado de vencer su enfermedad y esa
conciencia suya de saberse útil aún en la vida de
los otros olvidado de sí mismo, pues “ ayudar a
18 Boletín C.R.M.F.