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Pero no, yo quería ser fuerte, esto significaba para mí un gran reto. La verdad es
que no me costó nada de esfuerzo adaptarme, ya que a los 30 minutos llamé a
mis padres diciéndoles que ya estaba mejor y que no se preocuparan porque es-
taba mucho más animada. Alguien de allí me contó: “Aquí se llora cuando se entra
y también cuando se sale”; y es verdad, eso fue exactamente lo que me pasó.
En los días sucesivos, ya me encontraba mejor que en mi propia casa. Tenía muchos
amigos con discapacidades iguales (ataxia) o diferentes a la mía, pero todos con
algún problema físico. Veía a mis compañeros; su forma de luchar para ser cada
día más independientes… en definitiva, sus ganas de vivir.
También los fines de semana nos íbamos por ahí, o bien salíamos por San Fernando
un sábado, o nos íbamos de fin de semana o puente a otros lugares, fuera de la
ciudad. Esto me ha servido para darme cuenta de que no hay sitios con barreras,
sino barreras en la cabeza de las personas.
NO HAY SITIOS CON BARRERAS, SINO
NO HAY SITIOS CON BARRERAS, SINO
BARRERAS EN LA CABEZA DE LAS
BARRERAS EN LA CABEZA DE LAS
PERSONAS.
PERSONAS.
Además de estar allí interna en una residencia, pero no una cárcel, porque se
puede entrar y salir, también asistía a clases (1º Autoedición, 2º Multimedia y 3º
me decidí por hacer un curso de grado superior, a distancia, de Agencia de Via-
jes, que en la actualidad sigo con ello), hacía fisioterapia, logopedia y terapia ocupa-
cional.
Otra de mi experiencias, vivida allí en el Centro, fue cuando el 8 de Febrero de
2008 entré en la “vivienda inteligente” con otros 3 compañeros más: Mª José Mar-
tín Montero, José Manuel Pérez Breña y Daniel Herrero Aparicio. Ha sido una ex-
periencia positiva en todos los aspectos, conviviendo con ellos y teniendo que
llevar las tareas de una casa, además de mis estudios y mi rehabilitación.
Boletín C.R.M.F. 21