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estaba. También tuvimos nuestras dificul- primidor y la cafetera en el CEAPAT. Lás-
tades con las albóndigas; no es solo hacer- tima que tan sólo nos quedara una semana
las, sino prepararlas. Al final las tuvimos y no nos quedara tiempo para disfrutar de
que repetir cuatro veces, de un tamaño ellos.
considerado y cada vez más grandes.
Después de la experiencia, podemos dedu-
Pensábamos que poner lavadoras era algo cir que convivir puede ser fácil, pero, como
difícil pero no lo era. Sólo había que seguir suele decirse, “cada uno es de su padre y
las instrucciones y separar por colores. su madre”. Hemos tenido algún “mosquei-
Eso sí, para evitar accidentes, evitamos llo´” pero conseguíamos solucionarlos y
echar lejía en los lavados. recapacitábamos nuestros errores. Final-
mente la resumimos como al principio de
Así poco a poco y sin darnos cuenta tras-
nuestra narración: “ha sido muy positiva”.
currieron los meses. Todo se convertía en
una rutina diaria. Estábamos a una semana
de finalizar la experiencia cuando, para
nuestra sorpresa nos llamaron para avi-
David García, Mario Morales y Sandra Ramírez.
sarnos que los Reyes habían dejado el ex- Alumnos y ex-alumna del CRMF
A AN NÉ ÉC CD DO OT TA AS S D DI IV VE ER RT TI ID DA AS S; ;
Estando los tres en la cocina Mario y Sandra preparando la comida, y David en el frega-
dero, nos dimos cuenta de que había algo que olía fatal y los tres le echamos la culpa al frega-
dero, pero resultó ser que era el sumidero; subía el agua corrompida. Ese desagradable olor
nos echaba de la cocina e incluso consiguió echarnos de la casa, y teníamos que abrir ventanas
y puertas. Se comprobó que era por la caída del agua del fregadero al sumidero y que éste re-
bosaba.
Una noche, después de preparar el almuerzo del día siguiente, aproximadamente a la 1 de
la madrugada, cuando cada uno se dirigía a su habitación para acostarse. De repente, David
escuchó un ruido, una especie de “clic” como si fuera madera, al instante oyó a Sandra lla-
marle, David supuso que habría pasado algo y acudió al dormitorio de su compañera. Cuando
entró, vio la cama volcada, e intentó ayudar a Sandra, las risas y carcajadas inevitables llena-
ron la habitación. Al final David tuvo que llamar a las cuidadoras para que fueran a socorrer a
Sandra. Mario no se enteró de lo que pasó, ni siquiera oyó que llamaron al mbre por cuatro
veces. Sandra acabó pasando la noche en una habitación de la residencia grande, y cuando
volvió por la mañana Mario le preguntó “¿Dónde has ido tan temprano?” Sandra le respondió
asombrada,” ¿Qué de dónde vengo?”. Increíble pero cierto.
Boletín C.R.M.F. 27