Page 35 - boletin10
P. 35
Aunque para recuperarla no bastaba con todo lo dicho anteriormente... yo nece-
sitaba ser el que era. Alguien al que le encantaba disfrutar de todo lo que esta
vida ofrece: mi familia, mis amigos, el trabajo, los pequeños placeres, los viajes,
la naturaleza, el deporte...
Antes del accidente, además de parapente practicaba esquí alpino, jugaba al
pádel, hacía senderismo, patinaba y montaba en moto. Además, en cualquier
momento en que alguien me planteara practicar cualquier otro deporte, allí esta-
ba yo para probarlo... montar a caballo, ir en kayak, hacer kitesurf... o de “tapi-
llas” por los bares.
Pero ahora, ¿qué iba a pasar con todo aquello que hacía y que tanto me gustaba?
La verdad es que no veía mucho futuro. Caes en picado, te metes en casa y pien-
sas que no volverás a hacer nada de nada... como mucho, ir al “depresivo” gim-
nasio de rehabilitación.
¡Uf! ¡Qué equivocado estaba! Afortunadamente, no tardé mucho en darme cuen-
ta de que tenía que normalizar mi vida reinventándola de nuevo. Así que me sequé
las lágrimas, me puse las pilas y nos echamos a la calle... Lo primero: ponerme a
trabajar; a trabajar como siempre, compaginando, en esta ocasión, mi rehabilita-
ción con el trabajo. Es más, muchos días, antes de darme de alta voluntaria, des-
pués de rehabilitar, ya me acercaba a la oficina para echar un ratito con mis com-
pañeros...
Y lo segundo: practicar deporte. Sin olvidarme, claro está, de disfrutar de todo
aquello de lo que siempre me he rodeado y del día a día.
El esquí adaptado fue lo primero. ¡Vamos a empezar fuerte! Gracias a la Fundación
Deporte y Desafío volví a bajar esas pendientes de nuestra querida Sierra Nevada.
Durante cinco días disfruté como un niño. Recuperé aquellas maravillosas sensa-
ciones que había tenido años atrás. Fue duro, porque esa actividad requiere una
forma física importante. Después de tanto tiempo sin hacerlo, esquiar con una sola
pierna cuesta y duele, pero cuando llegas abajo, te das la vuelta, ves la pendien-
te, coges aire y te sientes feliz... además de cansado, claro.
Pero aquí no iba a acabar todo... El invierno se va y la nieve también. ¿Qué iba a
ser lo siguiente?
Lo siguiente estaba claro: subirme en mi moto ¡y rodar! Y así lo hice, con algo de
miedo al principio, pero con seguridad en mí mismo. Cuando te bajas de aquella
“cafetera” que tenía, mi Harley, la satisfacción es inmensa.
Poco a poco todo volvía a su sitio; lógicamente, con algunas diferencias, pero
empezaba a ser como antes. Tan sólo algunos detalles, por decirlo de alguna
manera, me recordaban que el pasado había existido... Pero ahí seguíamos.
Boletín C.R.M.F. 35