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Panorama +
Dª Carmina enseñando un libro del Museo Sorolla
con asiduidad: sus visitas al museo Sorolla, que fue- explica con una carcajada: “Daba avisos a los ve-
ron casi diarias hasta que en una conferencia de las cinos que no tenían teléfono”. También recogía las
aulas de la tercera edad la convencieron para ser maletas de los familiares, turistas o curiosos que se
voluntaria en los museos de Madrid. acercaban hasta el pueblo.
Empezó en 1993 guiando a grupos de niños y ma- Con 14 años se hizo camarero, profesión que no
yores por su museo favorito. Desde que llegó a la abandonó hasta que visitó a un traumatólogo con la
residencia de Olavide hace cinco años ese carácter jubilación encima. “Me vio los pies y me dijo que si
voluntario le ha llevado a organizar continuas visi- nunca había tenido vacaciones”. La poca movilidad
tas con residentes que ella misma guía en el museo que le quedaba la gastaba en seguir regentando el
Sorolla. ”Amigos, les presento a Joaquín Sorolla, un bar con el que tanto soñó y en compartir la vida con
artista sincero porque pintó lo que veía, un enamo- la mujer de su vida. “El día que se fue apagando por
rado de la luz y el color, el que mejor ha jugado con
ellos… Ante ustedes, La bata rosa, la obra que me “El día que se fue
enamoró, un lienzo de más de dos metros, un ejem-
plo de la inmensidad y fuerza de la luz”. Así es como apagando por el Alzheimer
mejor se explica Dª Carmina.
comprobé que la cabeza se
Que le llamasen “el Samaritano” no fue una casua- le debilitaba pero que se
lidad. A Chencho –cómo así le gusta que le llamen
a Dº Lorenzo Moya en la residencia Goya– ya se lo fortalecía su corazón”. Y
recordaba la alcaldesa de San Rafael: “Tienes una
madre que mira más por los demás que por ella aquí llegó otra muestra de
misma… Y sigues su camino”. Así fue. “Con 12 años
trabajé en telefónica”, pero no como se imaginan, su solidaridad...
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