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| OPINIÓN
LOS VALORES ste último capítulo lo he escrito desde mi perspectiva, la cumbre de
ESPIRITUALES Elos ochenta y un años. Las variadas y sucesivas etapas de nuestra
vida se han ido sucediendo con rapidez y muy absorbidas por sus diversas
actividades (estudio, trabajo, deporte, vida familiar y social, viajes, distrac-
ciones y aficiones, ideales, vida sentimental y romántica...), con multitud
de variadas preocupaciones como consecuencia de muchas situaciones di-
fíciles, eventos, problemas, crisis sociales, políticas y económicas, guerras,
revoluciones..., que afectan a la mayoría –más o menos– de algún modo.
Cuando nos jubilamos de nuestras obligaciones profesionales y disponemos
de bastante tiempo libre, empieza una nueva época en nuestras existencias,
unida a la mayor madurez y amplia experiencia. Estamos en el tramo final
Ángel Las Navas Pagán del camino, que puede ser un largo final. Afortunadamente la vida de los ma-
yores se está prolongando cada vez más, debido a los avances de la medicina
y a mejores condiciones de existencia.
Los mayores en esta última etapa somos muy dados a pensar, reflexionar... y
a tratar de resolver dudas y enigmas sobre el más allá... No podemos evitar
ser investigadores y filósofos a nuestro modo.
Seamos realistas. Aunque bastantes sigamos en gozosa actividad y afanados
en diversos quehaceres y distracciones, unos, y muy metidos en empresas
literarias y artísticas, otros, tenemos que reconocer que estamos en la última
etapa de nuestra vida terrenal. Y que esta tiene un final, como decía antes. Y
es un momento muy oportuno, si no lo hemos hecho ya, para pensar en Dios,
que representa la eternidad.
Hay que reconocer que esta vida terrenal, como todos sabemos, es demasia-
do breve por mucho que se alargue. Y su contenido en general tiene mucho
de tragedia, drama, comedia y sainete, en una convulsiva mezcla. Lamenta-
blemente más de los dos primeros conceptos que de los últimos por variados
motivos, que todos sabemos. En realidad y en la mayoría de los casos, es
un duro camino con demasiadas piedras, zarzas con espinas y empinadas
cuestas..., como dijo en una ocasión Santa Teresa de Jesús. La idea de la
muerte, cuando existen unos sólidos principios religiosos o una oportuna
conversión, supone una liberación. Los monjes cartujos celebran el falleci-
miento de un hermano con una alegre fiesta litúrgica de “acción de gracias”,
porque ha llegado a la Casa del Padre, es decir, de este “valle de lágrimas”
ha pasado a la Gloria.
De aquí la importancia de la vida espiritual, aunque esta sea muy sencilla y
rudimentaria, porque la muerte supone, para algunos, pasar de esta existen-
cia terrenal con muchos problemas y padecimientos a la inmensa y eterna
felicidad de la patria celestial.
Pongo un ejemplo: San Agustín. Un gran prototipo de intelectual, escritor y
sabio del siglo V. Un hombre con todos los errores y lacras de la época del
derrumbamiento del colosal Imperio romano, que buscó afanosamente la
verdad... hasta encontrarla.
62 Más fijos