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| OPInIÓn
¿ ué pensaríamos si supiésemos que la cebolla, el ajo y el pere-
Qjil estuvieran en permanente estado de frustración por no ser
aceptados como ingredientes en pastelería?… Y sin embargo, gozan de
enorme aceptación, e incluso se saben imprescindibles en las cocinas de
los más acreditados hoteles y restaurantes de lujo, a fin de aderezar y
cada cual condimentar exquisitos manjares, dejándolos al gusto de refinados, exi-
gentes y epicúreos sibaritas. De la misma forma existen personas que
en su lugar pasan sus vidas angustiadas, al considerarse rechazadas, muchas veces
de forma subjetiva y sin motivo que venga a justificarlo.
Cuando esta situación se produce es porque los cimientos de la autoes-
tima están agrietándose, pudiendo, en ocasiones, suponer una auténti-
ca tenaza para quien lo sufre; sobre todo si no disponen de suficiente
capacidad para autoanalizarse y recuperar la autoestima perdida. Tales
personas parecen resignarse a dicha situación, pudiendo ser compara-
das con el ajo –rechazado en pastelería– y sin poner de su parte ningún
esfuerzo ni remedio, dejándose llevar por la inercia destructiva y en
continuo sufrimiento, sin posibilidad de atisbar el fin, al ver la forma en
que se les escapa el éxito para aquello que, en el fondo, tal vez estén su-
perdotadas, pero nunca lo sabrán si no se deciden a “doblar la esquina”
mediante un acto de voluntad y fe en sí mismas. Llegando a este punto
recordemos la soledad y tristeza del arpa de Bécquer “… Del salón en
el ángulo oscuro…”.
Rafael del Campo Cano,
escritor y dibujante Pero si el ajo, el perejil y la cebolla se deciden a doblar la esquina –de
que antes hablábamos– les esperan las mesas de blancos manteles y
las cocinas, ya sean estas humildes, o, por el contrario, lujosas y de
alto“standing”. Con frecuencia nos infravaloramos cuando tratamos
de saber el sitio y lugar que nos corresponde, nos “ninguneamos”, vo-
cablo este que detesto, pero que incorporo al texto. Y es que, cuando
la carencia de autoestima se adueña de alguien, le roba toda iniciativa
y le encierra en la más cruel de las prisiones, apagándole la luz del dis-
cernimiento. Esto constituye una bajada de tensión emocional, y mo-
dernamente se denomina depresión. Hemos de vigilar, por lo tanto, las
pilas encargadas de mantener nuestro “voltaje” en óptimas condiciones
anímicas –no importa la edad que tengamos– porque en ello nos va la
completa felicidad, y esta, cuando es intensa se convierte en “radiacti-
vidad” positiva, captando voluntades ajenas y atrayéndolas a nuestro
campo gravitatorio y magnético, de igual forma que los planetas actúan
sobre sus respectivos satélites. Si estas leyes gobiernan el mundo físico
–del cual tomamos posesión cuando nacemos– ¿por qué no las hacemos
nuestras y las aplicamos en las relaciones humanas?… Unas y otras se
rigen por el mismo principio, funcionan de igual manera y existe entre
ellas una similitud hasta un extremo asombroso: aprovechémoslas.
En lo que a valía se refiere, algunas personas “son” ajo, otras son aza-
frán, otras pimienta, otras azúcar, otras perejil, otras cebolla, etc. Todo
estriba en saber ofrecer nuestros “servicios” en el lugar idóneo. Si usted,
por ejemplo, es guindilla fuerte –muy picante– tendrá un lugar privi-
legiado, pues no olvide que “… la morcilla sabrosa picante y sosa”. Si
usted, en cambio, es un tocino, no sienta ningún complejo ni sufra por
ello, pues también tendrá su sitio apropiado; bástele saber que “… ni
cocido sin tocino ni sermón sin capuchino”.
62 Más fijos
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