Page 62 - ses281
P. 62
| OPINIÓN
lgo así debió pensar Alexandre Gustave Eiffel, ingeniero francés
Aque construyó la enorme ensambladura metálica de trescientos
metros de altura, con motivo de la Exposición Universal de París en el
año 1889. Aunque lo convenido era desmontarla, una vez que fi nali-
zase dicha Exposición, sin embargo, continuó en pie, impertérrita, ha-
ciendo frente a los vientos de tramontana y demás inclemencias. Y ahí
está, viendo pasar el tiempo la Torre Eiffel, en su “provisionalidad”.
¿Dejó usted, querido lector, alguna cosa provisional, que, con el tiem-
SI DESEAS po acabaría convirtiéndose en fi ja e inamovible?.. Yo muchas; y entre
ellas una que ya pica en historia. Y es que en mi vida lo provisional ha
QUE UNA sido determinante. Vean, si no. Hace cincuenta y tres años decidí per-
manecer soltero, aunque de forma provisional, y soltero continúo. Por
COSA QUEDE contra; conozco personas que contrajeron matrimonio de forma pro-
visional, y “aquello” se eternizó. Hay quien se hizo fontanero de forma
FIJA; PONLA provisional, tomó gusto al ofi cio y se jubilaría, muchos años después,
siendo fontanero.
PROVISIONAL
Recuerdo que a mis nueve años, y siendo mi padre Secretario de Adminis-
tración Local, me enamoré perdidamente de la máquina de escribir que
él tenía en su ofi cina, se trataba de una mastodóntica “Underwood”, pero
mi progenitor decidió comprarme otra, “Mira, hijo: aquí tienes una para
tí; es provisional, pero cuando aprendas a mecanografi ar correctamente
te compraré la “Underwood”: –me decía, mientras provisto de tenazas y
martillo procedía a desarmar el embalaje de madera llegado por ferroca-
rril. Se trataba de una gigantesca “Olivetti” de anteguerra, posiblemente
Rafael del Campo Cano. el primer modelo de esa fi rma italiana, aunque más barata que la “Un-
(Escritor y dibujante) derwood” y adquirida de ocasión, por aquello de que, “a la ocasión la
pintan calva”. A partir de aquel momento comencé a teclear como un po-
seso, pues sabía que, cuanto antes me convirtiera en un buen “micanógra-
fo”, así lo decía yo entonces–, antes tendría la anhelada “Underwood”.
Muchos años han transcurrido desde entonces, y continúo con la mas-
todóntica “Olivetti”, tanto es así, que decidí ponerle nombre: “la pro-
visional”. Y con “la provisional” he venido realizando todo mi trabajo
de escritor. Ahora bien; no me pregunten ustedes por el número de
botellas de aceite, así como plumas de ave de corral empleadas en en-
grasarla semanalmente, porque se requiere antebrazos, manos y dedos
de auténtico titán para pulsar el teclado y poder trabajar con ella, dada
su terquedad e indolencia, hasta el punto de que, tanto “la provisional”
como yo acabamos tarifando cuando se trata de que me haga un traba-
jo esmerado y sin salpicaduras de aceite sobre los folios: ¡pues no hay
manera!, me los deja pringosos; y eso que para engrasarla utilizo aceite
de oliva, idóneo, por lo tanto, a su noble apellido: “Olivetti”; pero ¡no
hay manera! Le tengo dicho un millón de veces que no me escupa aceite
en la cara y en los folios, –según tecleo; ¡todo inútil! Frecuentemente me
veo obligado a darle cuatro cachetazaos en los fl ancos, pero es como
si lo hiciera sobre hierro frío; y si la cosa va a mayores ella se pone su-
misa y llorosa. Aún así, y para que tome el aire, la cojo en brazos y la
saco a pasear por las calles de Madrid; pero con una condición: la he
prohibido terminantemente que se burle de los ordenadores que ella
pueda ver en los escaparates. No será necesario decir que mi metálica y
“provisional” esposa me acompaña a todas partes, pero en lo que a mí
respecta tomando precauciones; como es colocarla “dodotis” para que
no me impregne de aceite, pues la pobre tiene ya muchos años, pero se
mantiene tan “provisional” como siempre.
62
10/07/09 21:50
062SESENTA_verde.indd 62 10/07/09 21:50
062SESENTA_verde.indd 62