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Opinión
TERESA NÚÑEZ
MIEMBRO DE LA SOCIEDAD GENERAL DE AUTORES Y EDITORES DE ESPAÑA
Segunda infancia lista en complicarlo todo, cuando llegamos a la
tercera edad nos sentimos desdichados. Mira-
mos en el espejo cada arruga y nos parece el
os seres humanos tenemos una edad canal de la Mancha. Si sufrimos una molestia
en la que estrenamos las cosas, los artrítica, nos pasamos el día diciendo que nos
años azules de la inocencia. Enton- mata la artrosis. Y como hemos cambiado el
ces todo es nuevo y creemos que la cuerpo (generalmente pesamos más, nos senti-
vida no va a terminar nunca. Se lla- mos más torpes y no hacemos nada por reme-
Lma niñez. Pasa sin que nos demos diarlo), ya no nos gusta lo que antes nos hacía
cuenta. Unamuno decía que nadie podía ser felices. Los hombres pierden el interés por apa-
dichoso si no la llevaba en la memoria, pero los recer atractivos y las mujeres se dejan terrible-
entendidos opinan que quien no la recuerda es mente, sin saber que cuanto más se guste uno
por haber sido muy feliz en esa época. mismo, más gusta a los otros.
Luego viene la etapa en que podemos recordar De vez en cuando, uno se encuentra con per-
y pensar, pero no queremos. Perseguimos la vida sonas que viven todas las edades como la pri-
a borbotones y las cosas nos llaman de tal mane- mera. Eso le ocurría a mi madre. Para ella, el
ra que no sabemos dar prioridades. Alguien la lla- mundo era un espacio maravilloso habitado por
mó juventud y los poetas la tacharon de divino personas bondadosas y amables. Se dejaba qui-
tesoro que se va para no volver. Si lo pensamos tar el sitio en las colas, compraba cosas sin
un poco, todas las edades se nos van de las necesidad porque le caía bien el vendedor o le
manos para no volver, pero no se sabe el motivo daba lástima, y estaba siempre en peligro de ser
de que esta, la juventud, sea la más añorada. engañada y robada, pero vivía tan feliz como
Quizá se deba a los estereotipos. Son los únicos una niña. Su familia política pensaba que era
años en que cumplimos con lo pactado social- tonta. Nunca valoraron el significado real de su
mente, nos enamoramos por vez primera, somos comportamiento. Mi madre utilizó con la vida lo
bellos, sin arrugas, delgados y maravillosos. que en psicología se llama “banco de niebla”,
un pensar: esto no va conmigo, yo como si
Por fin llega la que ha venido a llamarse nada. Y si bien provocó que sus hijos fuéramos
“Tercera edad”, aquella en que volvemos a vivir los eternos adultos, se fue salvando así de cala-
lo que ya sabemos y los días nos parecen tan midades, golpes y desgracias, conservando una
cortos como nuestros sueños. Hoy día, la ter- dulzura que de otra forma hubiera perdido.
cera edad es larga y penosa. Vivimos más de lo
que nos permiten nuestras jubilaciones, esas También hay quien llama segunda infancia a
que, a cada momento, sufren el fantasma del la tercera edad. Yo creo que deberíamos prepa-
recorte cual espada de Damocles. Dadas las rarnos todos para vivirla así: como la infancia
posibilidades médicas, y siguiendo los criterios que se nos perdió de pronto sin darnos cuenta.
de la lógica, la tercera edad debería ser la más Y sería una buena cosa para los hombres y
feliz de todas. Nos hemos liberado de la obli- mujeres que se han alejado ya de su juventud,
gatoriedad laboral, tenemos hijos mayores que sobre todo si viven en una ciudad tan inhóspita
–en potencia– pueden ayudarnos, poseemos como la que habitamos, que esta mañana y
experiencia de vivir y casi siempre hemos paga- todas las mañanas de su vida se mirasen al
do la casa, el coche y otros pequeños lujos con- espejo y en lugar de notar el cambio operado en
vertidos en necesidades dentro de una gran el rostro, se diesen la enhorabuena por haber
ciudad. Pero, como el ser humano es especia- llegado, finalmente, a la segunda infancia.
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