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débil mental, tenía que estar siempre
protegida. La sociedad de hoy no tiene
nada que ver con la de entonces.
— Usted estudió Filosofía y Letras en la
Universidad de Madrid, y durante esta
etapa entró en contacto con otros escri-
tores, como Ferlosio, Martín Gaite o el
que se convertiría en su esposo, Ignacio
Aldecoa. A todos ustedes se les ha in-
cluido en la llamada Generación de los
50. ¿Cómo recuerda aquella época?
A Ignacio le conocía de vista de la fa-
cultad pero poco porque él iba poquísi-
mo por allí. En un momento determina-
do él y Ferlosio dejaron la carrera y se
dedicaron sólo a escribir. Pero en mi
época en la facultad recuerdo que
siempre fui muy amiga de Carmen Mar-
tín Gaite. Aquella generación ha sido
bautizada de muchas maneras y yo fui
la primera que la bautizó como la gene-
ración de “los niños de la guerra” por-
que todos habíamos vivido la guerra
como niños. Hay un libro que se titula
precisamente así, en él pedí a diez es-
critores de esta generación que escri-
bieran un cuento sobre su experiencia
de la guerra. Fue un libro muy bonito.
“Se debe luchar contra la vejez
— ¿Por qué adoptó el apellido de su
marido?
entendida como decadencia.
Fue casual. Yo publicaba cuentos en
una revista de la facultad que se lla-
maba “La hora”, donde todos los ami- Está demostrado que con el tiempo
gos de la generación empezamos a pu- las neuronas no disminuyen ni
blicar. La editorial Cátedra me encargó
que hiciera algo sobre los niños de la desaparecen, sino que se readaptan”
Guerra para una colección que iban a
sacar. Primero me habían pedido una
antología de cuentos de Ignacio y que guí durante mucho tiempo firmando Sí, me solían preguntar cómo una
hiciera el prólogo pero, yo no quería oír como Rodríguez de Aldecoa y luego mujer tan feminista como yo utilizaba el
hablar de ello porque desde que murió puse R. Aldecoa (mi nieto me llamaba apellido de mi marido. Según el humor
Ignacio estuve diez años sin escribir y Josefina Raldecoa) y acabé por quitar- que tenía contestaba una cosa u otra.
sin querer saber nada. Al fin lo intenté lo todo y dejar sólo Aldecoa. A nosotros Solía decir, “porque no está prohibi-
y salió y a partir de ese momento volví siempre nos han conocido como “los do”…. Recibí mucha influencia vital de
a escribir. En aquella época yo no era Aldecoa” y llegó un momento en que Ignacio. Yo era mucho más rígida, disci-
nada conocida y de común acuerdo de- adopté el apellido. plinada y puritana y gracias a él me vol-
cidimos que firmaría como Josefina — Le habrán preguntado muchas veces ví más flexible. Fueron unos años en los
Rodríguez de Aldecoa, para que el pú- cómo es eso posible siendo usted femi- que me influyo mucho la persona y la
blico se diera cuenta de que era yo. Se- nista… personalidad de Ignacio.
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