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Opinión
JULIO CARABIAS / ESCRITOR Y PERIODISTA
No atreverse ni a llorar dos que entonces surgieron, me contestó:
A lo que el director, uno de los muchos aficiona-
- “ Y, ¿de ti, “desgraciao”, quién responde?.
“Don Damián siguió un tiempo en la celda de
castigo. Lo que por otra parte fue un alivio para
a democracia llevaba ya unos años
todos nosotros, porque el buen hombre, que pade-
implantada y en las últimas eleccio-
cía incontinencia mingitoria, cada vez que, camino
nes generales habían ganado los
a las letrinas, cruzaba la sala donde nos tenían haci-
que sacaron más votos. Como ocu-
nados en el suelo, al saltar sobre nosotros, nos rega-
rre siempre en las democracias de
ba inevitablemente, aunque eso sí, pidiéndonos
Lverdad.
delicadamente perdón.
La inmensa mayoría pretendía que la guerra
“Hay anécdotas muy trágicas pero graciosas, en
civil que había habido, hace ya mucho tiempo,
el recuerdo. En una ocasión a uno de los presos le
estaba totalmente olvidada y superada. Y, la ver-
mandaron unos panes de higo, y nos invitó a los ami-
dad, es que olvidada no, pero quizá superada
guetes. Cuando por la noche nos los fuimos a comer,
por algunos sí. Por ejemplo, por un vecino mío
vimos con horror que estaban llenos de gusanos. La
que comentando conmigo lo feliz que le había
solución fue inmediata. Apagamos la luz.
hecho el desenvolvimiento del proceso electoral,
“Un día hubo un escándalo grande porque a uno
aparte de los resultados, me contó lo siguiente.
de los presos le habían robado un queso que le
“Yo fuí combatiente en nuestra guerra civil y
había mandado su familia. El asunto llegó hasta el
estuve en la cárcel por mis ideas políticas y reli-
director de la cárcel, pero el queso no apareció. En
giosas. Lo pasé muy mal. Aquello fue horrible.
la próxima visita de “el del queso” al locutorio de la
Llegamos a un odio y a una degradación, afortu-
prisión, se aclaró todo. Lo que su mujer le había
nadamente, inconcebibles desde la perspectiva
dicho en su visita anterior, era que sus hijas le man-
de hoy día. Ojalá que aquello no vuelva nunca
daban un “beso”, no un “queso”.
más. Te podría contar cosas terribles de aque-
- “Pero, bueno – le dije a mi vecino – Y usted ¿a
llos días. Pero algunas, dentro de su tristeza
favor de quién luchó en nuestra guerra?”
infinita, tenían gracia.
Me miró sonriente y enigmático, y contestó.
“Recuerdo que una vez, en la cárcel, dos
- “Pues mira, yo creo que, como la mayoría, luché
catedráticos, ya mayores, que también estaban
a favor de todos. De los míos y de los que no lo eran.
presos, casi llegaron a pegarse por una onza de
De los que han votado en estas elecciones y de los
chocolate. Pero no por comérsela, como puede
que no lo han hecho. Ahora resulta que fui profeta”.
parecer lo lógico, sino porque lo dos querían que
No quise preguntar más. Para mí estaba todo
se la comiera el otro que creían que estaba más
perfectamente claro.
necesitado.
Únicamente la hija de mi vecino, una niña cuan-
“Otra vez recuerdo que había un señor, don
do la guerra y la posguerra, comentó lo mucho
Damián se llamaba, también bastante mayor,
que había llorado con lo que le pasó a su padre. Por
que por defender sus ideas políticas en una dis-
cierto que ella decía de pequeña.
cusión con otro, le mandaron a la celda de cas-
- “Yo no lloro, es que se me caen las lágrimas”.
tigo. A mí me dio tanta pena el pobre señor, que
A lo que la madre, la esposa de mi vecino,
fui a hablar con el director de la cárcel, y le dije:
apostilló.
“- Vengo a decirle que yo respondo de don
- “Yo no me atrevía ni a llorar”.
Damián.
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