Page 66 - ses240
P. 66

066SESENTA  23/6/05  22:43  Página 66






                                        Opinión






                                        JULIO CARABIAS / ESCRITOR Y PERIODISTA





              No atreverse ni a llorar                                              dos que entonces surgieron, me contestó:
                                                                                       A lo que el director, uno de los muchos aficiona-

                                                                                       - “ Y, ¿de ti, “desgraciao”, quién responde?.
                                                                                       “Don Damián siguió un tiempo en la celda de
                                                                                    castigo. Lo que por otra parte fue un alivio para
                                                  a democracia llevaba ya unos años
                                                                                    todos nosotros, porque el buen hombre, que pade-
                                                  implantada y en las últimas eleccio-
                                                                                    cía incontinencia mingitoria, cada vez que, camino
                                                  nes generales habían ganado los
                                                                                    a las letrinas, cruzaba la sala donde nos tenían haci-
                                                  que sacaron más votos. Como ocu-
                                                                                    nados en el suelo, al saltar sobre nosotros, nos rega-
                                                  rre siempre en las democracias de
                                                                                    ba inevitablemente, aunque eso sí, pidiéndonos
                                        Lverdad.
                                                                                    delicadamente perdón.
                                          La inmensa mayoría pretendía que la guerra
                                                                                       “Hay anécdotas muy trágicas pero graciosas, en
                                        civil que había habido, hace ya mucho tiempo,
                                                                                    el recuerdo. En una ocasión a uno de los presos le
                                        estaba totalmente olvidada y superada. Y, la ver-
                                                                                    mandaron unos panes de higo, y nos invitó a los ami-
                                        dad, es que olvidada no, pero quizá superada
                                                                                    guetes. Cuando por la noche nos los fuimos a comer,
                                        por algunos sí. Por ejemplo, por un vecino mío
                                                                                    vimos con horror que estaban llenos de gusanos. La
                                        que comentando conmigo lo feliz que le había
                                                                                    solución fue inmediata. Apagamos la luz.
                                        hecho el desenvolvimiento del proceso electoral,
                                                                                       “Un día hubo un escándalo grande porque a uno
                                        aparte de los resultados, me contó lo siguiente.
                                                                                    de los presos le habían robado un queso que le
                                          “Yo fuí combatiente en nuestra guerra civil y
                                                                                    había mandado su familia. El asunto llegó hasta el
                                        estuve en la cárcel por mis ideas políticas y reli-
                                                                                    director de la cárcel, pero el queso no apareció. En
                                        giosas. Lo pasé muy mal. Aquello fue horrible.
                                                                                    la próxima visita de “el del queso” al locutorio de la
                                        Llegamos a un odio y a una degradación, afortu-
                                                                                    prisión, se aclaró todo. Lo que su mujer le había
                                        nadamente, inconcebibles desde la perspectiva
                                                                                    dicho en su visita anterior, era que sus hijas le man-
                                        de hoy día. Ojalá que aquello no vuelva nunca
                                                                                    daban un “beso”, no un “queso”.
                                        más. Te podría contar cosas terribles de aque-
                                                                                       - “Pero, bueno – le dije a mi vecino – Y usted ¿a
                                        llos días. Pero algunas, dentro de su tristeza
                                                                                    favor de quién luchó en nuestra guerra?”
                                        infinita, tenían gracia.
                                                                                       Me miró sonriente y enigmático, y contestó.
                                          “Recuerdo que una vez, en la cárcel, dos
                                                                                       - “Pues mira, yo creo que, como la mayoría, luché
                                        catedráticos, ya mayores, que también estaban
                                                                                    a favor de todos. De los míos y de los que no lo eran.
                                        presos, casi llegaron a pegarse por una onza de
                                                                                    De los que han votado en estas elecciones y de los
                                        chocolate. Pero no por comérsela, como puede
                                                                                    que no lo han hecho. Ahora resulta que fui profeta”.
                                        parecer lo lógico, sino porque lo dos querían que
                                                                                       No quise preguntar más. Para mí estaba todo
                                        se la comiera el otro que creían que estaba más
                                                                                    perfectamente claro.
                                        necesitado.
                                                                                       Únicamente la hija de mi vecino, una niña cuan-
                                          “Otra vez recuerdo que había un señor, don
                                                                                    do la guerra y la posguerra, comentó lo mucho
                                        Damián se llamaba, también bastante mayor,
                                                                                    que había llorado con lo que le pasó a su padre. Por
                                        que por defender sus ideas políticas en una dis-
                                                                                    cierto que ella decía de pequeña.
                                        cusión con otro, le mandaron a la celda de cas-
                                                                                       - “Yo no lloro, es que se me caen las lágrimas”.
                                        tigo. A mí me dio tanta pena el pobre señor, que
                                                                                       A lo que la madre, la esposa de mi vecino,
                                        fui a hablar con el director de la cárcel, y le dije:
                                                                                    apostilló.
                                          “- Vengo a decirle que yo respondo de don
                                                                                       - “Yo no me atrevía ni a llorar”.
                                        Damián.
              66   Sesenta y más
   61   62   63   64   65   66   67   68