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| OPINIÓN
cir. –Este primo lejanísimo, se parece a la tía Josefa.
Aunque la tía Josefa tuviera algo más que pelusilla.
Lo que yo he querido decir con todo lo anterior, es
que yo no he tenido ocasión de que alguno de mis
abuelos me tratara ni bien, ni mal, ni consintiéndo-
me muchas cosas, ni dándome todos los caprichos.
Todo esto viene a cuento de que en más de una oca-
ABUELOS sión, he oído a algún abuelo, los menos, afortunada-
mente, decir:
–Yo consiento a mis nietos todo lo que hacen. No les
regaño nunca. Que hagan lo que quieran. Me estoy
vengando de lo que me regañaron a mí. Les conce-
do todos los caprichos. Ya de mayores tendrán que
aguantar normas y prohibiciones.
A mí, esto, me parece una barbaridad, el cariño a
Julio Carabias un nieto, a un abuelo, a una madre, a un padre, a un
Periodista amigo, incluso a un perro o a un gato, si, de verdad
se les quiere, no consiste en no advertirles, de mane-
ra oportuna y mesurada, si hay algo que no hacen
Yo no conocí a ninguno de mis cuatro abuelos y bien bien, o que se puede hacer mejor.
que lo sentí en su momento, y bien que me acuerdo
de ellos, ahora que el abuelo soy yo. Para conocer a Sobre todo a los niños a los que les queda todo por
mis abuelos ya sólo me queda la posibilidad de en- aprender, hay que rectifi carles y mostrarles como se
contrármelos en el Cielo donde tendrán los archivos hacen correctamente las cosas. Eso sí, no estar cons-
bien organizados. tantemente encima de ellos, pero de la manera más
amistosa, enseñarles a distinguir lo que está bien y
Si con los ordenadores e “Internet”, aquí en la Tie- lo que no. Sobre todo ahora que ya no se hace la
rra, encontramos cualquier cosa, en cuestión de “mili”.
segundos, en el Cielo, nos encontrarán en seguida,
a nuestros padres, nuestros abuelos, nuestros bis- Y no debemos tener los mayores, problema alguno,
abuelos, nuestros tatarabuelos, y, por qué no, al en llamar la atención a los críos, cuando sea necesa-
“Hombre de Cromagnon” del que provengamos rio, porque ellos lo hacen e incluso se ríen de noso-
cada uno. tros, cuando nos pillan en algún pequeño renuncio.
Verán.
Quizá alguno de ustedes piense que, a lo mejor al-
guno de mis ancestros no esté en la Gloria. No creo Fue un niño al “water”, en su casa, y cuando volvió
yo, somos buena gente. Pero en este caso se podría al salón, le preguntó el padre.
indagar en el Infi erno donde, eso sí, se tardaría un
poco más en la búsqueda, por la cantidad de gente –¿Has tirado de la cadena?
que debe de haber allí, a pesar de lo muy difícil que
debe ser condenarse, según creo yo. A lo que el niño contestó con cara de guasa, como
diciendo te he pillado.
Si la busca de nuestros predecesores llegara a ser
algo similar a lo que he tratado de razonar, el Día –¿Qué cadena? No hay ninguna cadena– y tenía ra-
del Juicio Final sería como una enorme fi esta de la zón el chaval, ya no hay cadenas en los “wateres”.
patrona de un pueblo grandísimo. Todos nos abra-
zaríamos y nos besaríamos, como se hace con los Si a nuestros hijos y a nuestros nietos les dejamos
familiares a los que no se ve hace mucho tiempo. A hacer lo que quieran, podrán llegar a ser unos “per-
algunos de los nuestros, nacidos en la Prehistoria, las”, que se dice ahora, unos tarambanas, que se
sería difícil reconocerlos, no sólo por no haberlos decía antes, o unos gilipollas, que se puede decir y
visto en la vida, si no porque en aquel tiempo se esti- escribir ya con aquiescencia de la Real Academia
laban unas barbas hirsutas que impedían poder de- Española de la Lengua.
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