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| OPINIÓN
El sueño es hermano de la muerte, se parece a ella pero despertamos
después, despertamos a este mundo, para los creyentes tras el sueño
de la muerte espera la vida eterna y más allá aún la resurrección de los
muertos, todas las grandes civilizaciones han creído de alguna forma en
el más allá, el enciclopedismo, el existencialismo, el nihilismo, el ateis-
mo, sin embargo, no cree en un más allá de la muerte .
Durante el sueño terrenal podemos soñar, esto es dentro de él podemos
EL SUEÑO revivir y experimentar historias . Grecia, Roma y los pueblos del Anti-
guo Testamento daban gran importancia a los sueños, en sueños Josué,
San José, generales y emperadores, así como casi todos los profetas
tuvieron revelaciones a las que dieron una enorme importancia, im-
portancia al enfrentar las batallas y el destino de los pueblos . Siempre
los sueños, dentro del sueño humano, han sido signifi cativos. Sigmund
Freud, el psiquiatra, consiguió avances científi cos extraordinarios;
Freud trabajaba en Viena, allí tenía su clínica, curaba a sus pacientes,
generalmente las neurosis, a base de la interpretación de los sueños y
más tarde con el psicoanálisis, ciertamente es una terapia larga pero
apasionante sobre todo para un escritor, es una “curación a través de
las palabras”, yo he sido objeto de psicoanálisis y puedo asegurarles
que aunque muy costoso es apasionante, más apasionante que las pas-
tillitas .
Bien; mi hermana ve con cierta frecuencia a nuestros padres fallecidos,
GERMÁN UBILLOS ORSOLICH se le aparecen con cierta regularidad cuando se dispone a dormir al fi nal
del día sobre una especie de tapiz al fondo de la alcoba, esto es para ella
de un gran consuelo pues les adoraba, además mi hermana ha sufrido
con frecuencia largas y graves enfermedades y ante ellas ha mostrado y
muestra siempre un gran coraje, un gran valor y serenidad, me atrevería
a decir que una gran santidad. Yo tenía cierta envidia de mi hermana
pues a mi no se me aparecían pero el otro día, la otra noche, por fi n
tuve la experiencia tan anhelada. Estaba dormido cuando de pronto me
encontré en la habitación de un hospital, tendría unos veinte años, una
enfermera me ponía inyecciones, pero al poco rato dijo que el tratamien-
to era equivocado, no hacía efecto, y comenzó a ponérmelas de dos
en dos, aquello me producía angustia e incertidumbre y en ese preciso
instante aparecieron en la alcoba mi padre y mi madre en su plenitud,
tendrían cuarenta y tantos años, iban bien vestidos como siempre, me
hablaban y sonreían, a la vez que me hablaban me acompañaban y me
comprendían, pude sentir otra vez su inmensa bondad, su equilibrio, su
serenidad, el gran amor que me tenían - que nos tenían - ese calor que
he recibido de ellos y que nunca olvidaré, la gran categoría personal
que poseían, esa raza hecha de todas las virtudes que mi generación no
posee, me sentí deslumbrado, acompañado, querido nuevamente, era
como si de la soledad hubiese traspasado el umbral a la felicidad más
grande. Salimos a la calle, paseamos por un boulevard y un precioso
viaducto, todo ello a todo color, en tres dimensiones y en el mundo real.
En ese instante del pasado, de la nueva juventud de radiante plenitud,
mi esposa abrió la puerta de la alcoba y súbitamente me desperté. Por
ello al pasar del sueño a la vigilia de forma violenta, la historia, sus
imágenes, sus palabras, la intensidad y profundidad de la experiencia
vivida y sentida, jamás la olvidaré. ¿Qué querían decirme?, ¿ se rela-
cionaba con la actual enfermedad de mi hermana?. No lo sé. Según ella
se me han aparecido en sueños para consolarme, para apoyarme, para
decirme que ellos están ahí, a mi lado, y que jamás nos abandonarán .
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