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| OPINIÓN
Desde hace poco más de un año, estoy viviendo en una residencia de
P.P.M.M., de la Comunidad de Madrid, y creo que para explicar por qué
estoy aquí, tendría que contar toda mi vida, lo que no pienso que interese
a nadie, ni siquiera demasiado a mí, y que, además, seria muy largo.
Desde Antes de continuar, por si alguien no lo supiera, les aclararé que lo
de P.P.M.M., es una manera “guay”, de decir Personas Mayores. Yo
cuando me preguntan algunos amigos que qué quiere decir P.P.M.M.,
una les digo, muy serio, que quiere decir Residencia de Padres Maristas. Y
cuando me preguntan que si me he hecho cura, les respondo que sí, que
ha sido una vocación tardía, que no espero ya, llegar a Papa, pero que,
residencia. como he llegado 4 veces a papá, no me importa. Para hacer más creíble
este camelo, cuando me despido de ellos, les doy mi bendición, y se van
tan contentos. Para situar un poco a mis posibles lectores, les diré que
tengo 75 años, que estoy separado desde hace 12 ó 13 años –no se muy
bien por qué– y que tengo 4 hijos varones –estos si se por qué– con los
que me llevo muy bien.
A los 15 años entre de botones en un banco, seguí estudiando Bachille-
rato hasta acabarlo, y luego trabajé 4 años, de representante de aparatos
eléctricos. A partir de esta edad empecé a actuar en el teatro, cine, salas
de fi esta, radio y televisión, y galas de todo tipo, en España y en el ex-
tranjero, siempre como ilusionista y humorista. Soy periodista titulado,
Julio Carabias y desde los tiempos de La Codorniz, aquella revista de humor –”la revis-
Periodista y humorista ta más audaz para el lector más inteligente”, que deciamos nosotros de
nosotros mismos– he colaborado en los diarios Pueblo, Diario 16, el Im-
parcial, en lo poco que duró, y en varias revistas, por ejemplo, Interviú.
He sido bastante deportista y he jugado de chaval al fútbol –la última
alineación del Madrid, que recuerdo, es la de Marzá, Olivares, Mardo-
nes, Sauto, Ipiña, Lecue, Alsúa, Alonso, Barinaga, Belmar y Botella–
por entonces, me parece que el Atlético de Madrid, se llamaba, todavía,
Atlético de Aviación –los de mi edad quizá lo recuerden–. También fui
beisbolista. He jugado al tenis. He practicado el golf. Si les digo que he
sido Campeón de España de Tenis, seguramente no se lo creerán, pero
si les aclaro que de periodistas, lo entenderán mejor.
En estos escritos “Desde una residencia de P.P.M.M.”, espero ser como
un corresponsal de guerra –no en las guerras de las residencias de ma-
yores, que no las hay– pero sí, el narrador amable y risueño, el cronista
bien intencionado, de las pequeñas escaramuzas y situaciones curiosas
que se producen en el mundo de los mayores de 65 años, que son de lo
más variado e interesante.
Contaré cosas como ésta. Fui a conocer una residencia en la que me habían
concedido una plaza, y mientras me atendían, me senté, en la recepción,
en uno de esos sillones en los que te hundes. Vi pasar a varios residentes, y
la mayoría cojeaban de alguna manera, iban en sillas de ruedas o llevaban
muletas o bastones. Pensé en mí. Hay que ver lo que es la edad. Todos
estos señores y señoras habían corrido como gamos en su juventud. A mi,
afortunadamente, todavía no me han llegado esas defi ciencias. Cuando me
quise levantar de mi butaca tan bajita, no podía hacerlo, tuve que volver-
me de espaldas y levantarme después de ímprobos esfuerzos. Me entró la
risa. Espero que a ustedes, mis lectores, si no les da la risa, por lo menos,
sonreirán recordando que, en alguna ocasión, les ha pasado lo mismo.
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