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| OPINIÓN
ace unos días, han repuesto en televisión, a primera hora de la
Htarde, la película “Mujercitas”, de la que yo guardo un grato re-
cuerdo. Pero no era la que yo vi, y con la que me emocioné hace más de
50 años.
MUJERCITAS Bueno, lo de que me emocioné, lo confi eso ahora. Cuando la vi, por pri-
mera vez no era oportuno comentar mi emoción entre mis compañeros
de pandilla. Aunque la verdad era que a todos les había gustada más o
menos.
Entonces no había televisión – aunque a nuestros nietos les parezca men-
tira – pero ya había muchas películas de tiros, de muertos, y de perse-
cuciones de coches. Eso sí, no explotaban tantas cosas como explotan
ahora en casi todas las películas.
En la “Mujercitas” que yo recuerdo, el papel de Jo, la protagonista, lo ha-
cía June Allyson, la actriz americana a la que ya no volví a ver, hasta que
apareció, como esposa de Glenn Miller en la preciosa historia recreada
en cine de este músico inolvidable.
Julio Carabias Cuantas veces habremos bailado los de mi quinta (74), “En forma”, “A
la luz de la luna”, “Jarrita marrón”, “Pensylvania 651000”(O algo pa-
recido, no me acuerdo) y el pegadizo “Chatanooga, shoo,shoo”., que
hicieron famoso las inefables “Andrews sisters”. Bueno, pues todo esto
me vino a la mente, viendo la nueva versión de “Mujercitas”que, a mí,
me gustó mucho menos que la primera que vi.
El encanto de Jo, encarnada por June Allyson en mi película preferida,
me conquistó totalmente. Su decisión, sus modales, su desbordante sim-
patía. Su gracia femenina, sin caer en la ñoñería de su hermana en la
fi cción, Elisabeth Taylor, que hacía de una cursi, egoísta, inaguantable.
Algunos decían que Jo, parecía un muchacho porque, en aquel ambiente
de su casa y de la época, era demasiado decidida y natural. Precisamente
era lo que a mí me encantaba del personaje.
Cuando se corta su larga coleta de pelo, y la vende para pagar una deuda
de su casa, me pareció sublime. Claro que, por aquellas fechas, yo no ven-
día mi coleta, entre otras razones porque no tenía coleta, pero entregaba
en mi casa el sobre con la paga mensual, hasta el último céntimo, que me
daban en el trabajo.
Todo esto, y muchos detalles más, hicieron que fuera mi personaje prefe-
rido de la fi cción. Me empezaron a gustar las chicas como ella, un poco
“chicazos” normalmente, y absolutamente femeninas , sin caer en la cur-
silería, en todas sus vivencias.
Pues bien, la película termina con que Jo, la protagonista, que parecía
que iba a quedarse soltera por su fuerte personalidad, en los últimos
momentos, liga – que entonces no se decía así – con un profesor de Li-
teratura de aspecto humilde pero interesante, que hacía el actor italiano
Rosanno Brazzi.
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