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Opinión
JULIO CARABIAS, PERIODISTA Y SHOWMAN.
Mi Biblioteca de Alejandría
adre no hay más que sabía hacer todo, y, desde luego, era la solu-
una y a ti te encontré ción última para cualquiera de nuestros pro-
en la calle. Bueno, en blemas cotidianos. Pero como digo con todo
estricto sentido, tam- cariño no era muy leída ni "escribida". Preci-
poco hay más que un samente por esto, mis padres me hicieron
padre. Lo que pasa es estudiar aquel Bachillerato de 7 años y revá-
Mlo que pasa. A la lida que, con mis aprobados, tuve la sensa-
madre la suele conocer todo el mundo, y al ción de pagarles sus esfuerzos. En mis estu-
padre, pues eso, que no es lo mismo. De dios, tuve la buena idea de conservar todos
todas maneras, yo, desde muy pequeño, tuve mis libros de cada asignatura, que compraba
claro que aquella señora y aquel señor que de segunda, tercera o enésima mano. Pensa-
vivían conmigo, o eran mis padres o, en cual- ba que algún día podrían facilitarme cual-
quier caso, eran unos tíos estupendos a los quier duda sobre datos que se me hubieran
que yo adoraba. olvidado.
Nunca me enseñaron un papel, un documen- Llegó un momento en que yo empecé a via-
to que les acreditara como padres, pero como jar bastante con motivo de mi profesión tea-
me trataban como a un hijo, tampoco yo tral. Mis libros viejos pero heroicos, los tenía
necesité más averiguaciones. Vamos, lo que amontonados sin orden aparentemente en mi
pasa a casi todos. cuarto, pero los tenía localizados a todos.
Cuando volví de un viaje, vi con horror que
Mi padre me parecía una gran persona y, mis libros no estaban en su sitio, pregunté a
cada día que pasa, me parece mejor todavía. mi madre que, con todo candor, me aclaró
Con mis padres me pasa como con el cantan-
te Carlos Gardel, que cada día canta mejor. - Julio, hijo, el otro día vino un trapero y le
di todo lo viejo que había en casa
Pero hoy voy a hablar de mi madre. De una - Pero mama, ¿y los libros?
"hazaña" que hizo que solo tenga parangón, - Los libros también. Estaban tan viejos
salvando las infinitas distancias, con el incen- que casi no quería llevárselos.
dio de la Biblioteca de Alejandría.
Lo dijo todo con una expresión beatífica,
Mi madre, Flora, nombre que a mí me que yo, mordiéndome los labios, sin que ella
encante, era una mujer de pueblo, que sabía me viera, le dije:
leer, escribir y hacer cuentas... ¡cuantas tuvo
que hacer la pobre! Pero que no había tenido -Pues muy bien, mamá. Bien hecho.
ocasión de adquirir una gran cultura. Su sabi-
duría era natural. A mi me parecía que lo Y le di un besazo.
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