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| OPINIÓN




                                                    engo un amigo desde la juventud que es poeta pero un poeta de esos que
                                              Than ganado premios importantes, de poesía pura, profunda y clara, inte-
                                              ligible a todos, somos muy amigos y nos llevamos muy bien, él ha tenido desde
                                              siempre una dificultad que se ha ido acentuando con los años, conocí a su primera
                                              mujer de la que se separó y a sus tres hijos, tenía problemas en el trabajo lo llevaba
                                              muy mal, pidió la jubilación anticipada, después volvió a casarse con una mujer
             MI AMIGO                         más joven siempre pendiente de él, pero entonces me manifestó no soportar la
             EL POETA                         capital, sus ruidos, sus gentes, su tráfico, sus multitudes, su contaminación, se hizo
                                              construir una especie de pazo en una aldea perdida de Galicia de altos muros peri-
                                              metrales para que nadie le molestara y un precioso jardín lleno de hortensias, petu-
                                              nias y rosas, se dedicó también a viajar a lugares muy concretos de Italia y Francia
                                              a ver tal o cual cuadro de tal o cual pintor en tal o cual museo, pero siempre cosas
                                              concretas y específicas generalmente exquisitas, de esa forma nadie le molestaba
                                              y evitaba todo roce con el mundo exterior y con sus semejantes generalmente tan
                                              molestos, groseros y ruidosos.
                                              Pero hete aquí que cuando había conseguido todo eso, no preocuparse de su ex-
                                              mujer ni de sus hijos, no acudir al trabajo, huir de los ruidos y de los gases pesti-
           Germán Ubillos Orsolich            lentes de la gran ciudad, comenzó a enfermar pero no de enfermedades vulgares
           Escritor y periodista              y pasajeras, de enfermedades graves. Primero tuvo un infarto que le mantuvo in-
                                              consciente, entubado y con respiración mecánica cerca de diez días, yo hablaba
                                              por teléfono con su mujer angustiadísima, cuando todos sus amigos creíamos que
                                              moriría se recuperó casi milagrosamente, al poco tiempo ha tenido un cáncer te-
                                              rrible y aparte de la quimioterapia le han tenido que extirpar parte del intestino,
                                              pero después de varias revisiones los médicos lo han dado por superado, entre sus
                                              viajes de placer al extranjero yo le recomendé un hotel precioso y confortable en
                                              Benicasim donde pasó también largas temporadas así como en Isla Cristina. Fi-
                                              nalmente parece haberle dado una nueva enfermedad según él la que le hace sufrir
                                              más, una enfermedad de la piel que le produce violentos y generales picores, él se
                                              rasca hasta hacerse heridas en los brazos, en las piernas, en el tórax y en la espalda,
                                              su mujer está asustadísima y angustiada, han consultado a multitud de médicos
                                              pero ninguno sabe de qué se trata, nadie conoce la extraña enfermedad ni el tra-
                                              tamiento a aplicar, últimamente le han vendado por entero con unas finas gasas
                                              impregnadas de un ungüento y me dice que parece una momia, no puede andar ni
                                              apenas moverse, cuando se arranca las vendas desesperado ayudado con suero la
                                              piel se le levanta a tiras, se despelleja a trozos, solo en ese momento desaparece
                                              el picor pero pronto comienza de nuevo a sufrirlo con tal violencia que no le deja
                                              ni dormir ni descansar, en pocas palabras “su propio cuerpo le martiriza”. Un der-
                                              matólogo muy astuto que además es psicólogo le ha dicho que las escasas noticias
                                              que le llegan del mundo exterior a través de los gruesos muros de su pazo no las
                                              metaboliza porque no ha generado anticuerpos, glóbulos blancos, vamos, y si se
                                              entera de que en el mundo hay niños que se mueren de hambre, que los parados en
                                              España van a llegar a los cinco millones, que el cincuenta por ciento de los jóvenes
                                              universitarios con carrera están en el paro o que la “prima de riesgo” está a punto
                                              de triturar media Europa y que la corrupción financiera y de los negocios ha lle-
                                              gado hasta la institución de la Corona, no lo puede digerir, se le mete para dentro
                                              y le produce los infartos, los cánceres y los picores desesperantes en toda su piel.

                                              Mi amigo el poeta es el caso más claro que conozco de que del sufrimiento humano
                                              es imposible huir, más aún es un error intentar evitarlo pues el sufrimiento tanto
                                              como el placer y la alegría forman parte de la propia vida, de su textura, de su mate-
                                              ria intrínseca, intentando amputar todo sufrimiento lo que hacemos es atentar contra
                                              la vida misma, atraer la desdicha e incluso poner en peligro la propia supervivencia .



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