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| OPINIÓN

                                                scribir tiene algo de terapéutico. Escribir responde a la necesidad,
                                            Epara algunos ineludible, de contar; de contar historias, de elegir bien
                                            las palabras que mejor sirvan para contarlas; de contar aquello que uno
                                            ve, siente, lee, imagina, vive. Escribir es contar lo que uno necesita contar:
                                            contarse a uno mismo o contar a los otros. Pero escribir puede servir,
                                            además, para tratar de organizarse la cabeza, para saber lo que le pasa a
           LA                               uno, para volcar algo que de otra forma le quemaría dentro, para salir de

           ESCRITURA                        un agujero. Digámoslo ya: escribir puede servir para ahorrarse el diván.

           COMO                             Yo empecé a escribir un diario a los 12 años. Escribía las cosas que
                                            me pasaban, sobre todo las cosas que me pasaban por la cabeza, y en
           TERAPIA                          él traducía también lo que ocurría a mi alrededor. El momento de la
                                            escritura de aquel diario tenía algo de calor uterino, de sentirme dueño
                                            absoluto del tiempo, de marcar yo los ritmos, de elegir las palabras, de
                                            hablar de la forma que me daba la gana, de sentirme libre en mi pro-
                                            pio ejercicio. Aquella escritura era un placer que, al principio, solo me
                                            confesaba a mi mismo. El paso del tiempo no ha borrado ni aquellas
                                            palabras ni lo que sentí al escribirlas.

                                            Escribir es también nombrar las cosas y nombrar las cosas es una forma
                                            de transformarlas. Si la observación del objeto modifica para siempre
                                            el objeto observado, escribir con palabras, no solo con la imaginación,
                                            es una forma de estructurar, jerarquizar, dar sentido a lo que a uno le
                                            pasa e intentar mejorarlo; también de empezar a transformar lo que
                                            ocurre en la calle.
          Jose María Calleja
          Escritor y periodista             Escribir un diario sirve así para establecer ese diálogo que permite sa-
                                            ber lo que pasa, subrayar lo importante de lo que pasa y estar más
                                            preparado para lo que pueda pasar.

                                            En mi caso, escribir alguno de los libros que he escrito me ha servido
                                            para colmar la necesidad compulsiva de relatar un escarnio, de contar
                                            las historias de quienes lo sufríamos y para que todo el mundo supiera
                                            qué estaba pasando y se sublevara contra aquel estado de cosas injusto
                                            que era el que provocaba el terrorismo en el País Vasco. Recuerdo que
                                            escribí, sobre todo este libro,”¡Arriba Euskadi! La vida diaria en el País
                                            Vasco” (2001), de una forma ansiosa, vehemente, urgente, que en mu-
                                            chos momentos del relato se me hacía imposible seguir escribiendo por
                                            el dolor que me producían mis propias palabras, que al escribir me di
                                            más cuenta aún del espanto en el que vivíamos en la Comunidad vasca.

                                            Hay gente que me confesó que gracias a aquel libro se había percatado
                                            de manera cabal de lo que realmente pasaba en Euskadi. Me doy por
                                            satisfecho por ello. Pero es que, además, aquél relato, como otros libros,
                                            como tantos artículos que he escrito en los periódicos, me han servido
                                            a mi también para no volverme loco en aquel país de locos, en el que
                                            establecer lo obvio resultaba una tarea revolucionaria.

                                            Hoy la escritura para mi sigue jugando ese doble papel: contar una historia
                                            a los demás y tratar de ordenar y aliviar las tensiones de lo que te pasa a ti.

                                            Escribir no deja de ser una construcción de la realidad, pues el mero he-
                                            cho de nombrar las cosas hace que uno las recree, se apodere de ellas a su
                                            manera. Escribir es un privilegio, un privilegio que no sería exclusivo, pues
                                            está al alcance de cualquiera, solo hace falta querer contar y contarse.

          62   Más fijos



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