Page 62 - ses307
P. 62
| OPINIÓN
scribir tiene algo de terapéutico. Escribir responde a la necesidad,
Epara algunos ineludible, de contar; de contar historias, de elegir bien
las palabras que mejor sirvan para contarlas; de contar aquello que uno
ve, siente, lee, imagina, vive. Escribir es contar lo que uno necesita contar:
contarse a uno mismo o contar a los otros. Pero escribir puede servir,
además, para tratar de organizarse la cabeza, para saber lo que le pasa a
LA uno, para volcar algo que de otra forma le quemaría dentro, para salir de
ESCRITURA un agujero. Digámoslo ya: escribir puede servir para ahorrarse el diván.
COMO Yo empecé a escribir un diario a los 12 años. Escribía las cosas que
me pasaban, sobre todo las cosas que me pasaban por la cabeza, y en
TERAPIA él traducía también lo que ocurría a mi alrededor. El momento de la
escritura de aquel diario tenía algo de calor uterino, de sentirme dueño
absoluto del tiempo, de marcar yo los ritmos, de elegir las palabras, de
hablar de la forma que me daba la gana, de sentirme libre en mi pro-
pio ejercicio. Aquella escritura era un placer que, al principio, solo me
confesaba a mi mismo. El paso del tiempo no ha borrado ni aquellas
palabras ni lo que sentí al escribirlas.
Escribir es también nombrar las cosas y nombrar las cosas es una forma
de transformarlas. Si la observación del objeto modifica para siempre
el objeto observado, escribir con palabras, no solo con la imaginación,
es una forma de estructurar, jerarquizar, dar sentido a lo que a uno le
pasa e intentar mejorarlo; también de empezar a transformar lo que
ocurre en la calle.
Jose María Calleja
Escritor y periodista Escribir un diario sirve así para establecer ese diálogo que permite sa-
ber lo que pasa, subrayar lo importante de lo que pasa y estar más
preparado para lo que pueda pasar.
En mi caso, escribir alguno de los libros que he escrito me ha servido
para colmar la necesidad compulsiva de relatar un escarnio, de contar
las historias de quienes lo sufríamos y para que todo el mundo supiera
qué estaba pasando y se sublevara contra aquel estado de cosas injusto
que era el que provocaba el terrorismo en el País Vasco. Recuerdo que
escribí, sobre todo este libro,”¡Arriba Euskadi! La vida diaria en el País
Vasco” (2001), de una forma ansiosa, vehemente, urgente, que en mu-
chos momentos del relato se me hacía imposible seguir escribiendo por
el dolor que me producían mis propias palabras, que al escribir me di
más cuenta aún del espanto en el que vivíamos en la Comunidad vasca.
Hay gente que me confesó que gracias a aquel libro se había percatado
de manera cabal de lo que realmente pasaba en Euskadi. Me doy por
satisfecho por ello. Pero es que, además, aquél relato, como otros libros,
como tantos artículos que he escrito en los periódicos, me han servido
a mi también para no volverme loco en aquel país de locos, en el que
establecer lo obvio resultaba una tarea revolucionaria.
Hoy la escritura para mi sigue jugando ese doble papel: contar una historia
a los demás y tratar de ordenar y aliviar las tensiones de lo que te pasa a ti.
Escribir no deja de ser una construcción de la realidad, pues el mero he-
cho de nombrar las cosas hace que uno las recree, se apodere de ellas a su
manera. Escribir es un privilegio, un privilegio que no sería exclusivo, pues
está al alcance de cualquiera, solo hace falta querer contar y contarse.
62 Más fijos
062SESENTA.indd 62 01/12/11 16:00